Mi familia

domingo, 5 de junio de 2011

5.- ¿SABES ESCUCHAR?


Oír y escuchar
Oír y escuchar son cosas distintas. Oímos, aun sin querer, los ruidos, los sonidos y hasta las palabras. Para escuchar hay que querer escuchar, hay que prestar atención. Nos pueden forzar a oír, pero nadie puede obligarnos a escuchar.
“Cuando estés dispuesto a escuchar, puedes empezar a hablar” (Un buen consejo”
No siempre lo que hace la mayoría es lo correcto o normal. Si nos trasladamos mentalmente a una de las muchas tertulias o reuniones de grupo, observaremos, con estupor, que casi nadie escucha, que todos hablan a la vez y que, al no oírse bien, levantan el tono de la voz y gritan para hacerse oír.
Escuchar no significa no hablar, porque se puede estar muy callado y no estar escuchando.

¿Qué es escuchar?
Escuchar es querer acoger y captar lo que el otro me está diciendo.
El que escucha acoge al que habla; puede que no le guste o no le convenza lo que oye, pero respeta al que lo dice. El que escucha procura captar lo que el otro quiere decir, y si tiene alguna duda, procura aclararla antes de contestar.
Alguien me ha hecho el regalo de un escrito que sintetizo:
“Saber hablar es don de muchos, saber callar es don de pocos.
Saber escuchar es generosidad de poquísimos.
Todos necesitamos que alguien nos escuche.
Todos debemos aprender a escuchar.
Escuchar es dar nuestro tiempo al “hermano” que habla; escuchar a la persona buena y a la que no lo parece; escuchar al pobre y al enfermo, al amargado y al alegre, al niño, al joven y al anciano.
Escuchar la canción de la naturaleza; el murmullo del arroyo, el brotar de las flores, el canto de las aves, el paso del viento, el beso de las olas en la playa y el tintineo de las estrellas en el firmamento.
Escuchar y guardar los sentimientos en la paz del corazón, y escuchar allí a Dios, en el silencio del alma”.


El matrimonio y la actitud de escucha
En la vida matrimonial, para que se produzca el diálogo, es imprescindible la actitud de escucha por parte de ambos cónyuges; de lo contrario, se habrá acabado el diálogo antes de haberlo empezado.
Son muchos los matrimonios que piensan que dialogan mucho porque hablan mucho. Se olvidan que el diálogo es, ante todo, saber escuchar. Dos personas pueden estar hablando mucho y no haber ningún diálogo entre ellas porque cada una habla sin escuchar lo que dice la otra . En todo caso, serán dos monólogos encadenados, pero nunca constituirán un verdadero diálogo.
La actitud de escucha es una actitud de respeto al que está hablando y de valoración de lo que está diciendo.
Por el contrario, no escuchar y simular hacerlo, es no tener respeto hacia él ni valorar sus palabras.
Cuando alguien o algo nos interesa, escuchamos. Hemos de aprender a escuchar, no sólo las palabras sino también los sentimientos y los deseos del otro, sobre todo, si ese otro es el cónyuge, para hacerlos uno con los nuestros.
La vida conyugal es como una barca con dos remos, para avanzar deben remar los dos cónyuges y remar a la par, de lo contrario, el matrimonio no avanzará sino que dará vueltas sobre sí mismo hasta hundirse.
Saber hablar y saber escuchar los esposos, uno al otro, es una de las muchas cosas que deben enseñar después a sus hijos. También en esto se confirma que la mejor escuela para formar al ser humano es un buen hogar, donde cada uno ocupa su
. lugar en cada momento y todos aprenden de todos.

El ejemplo es el mejor educador

 

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