“Este amor, por ser un acto eminentemente humano, ya que va de persona a persona con el afecto de la voluntad, abarca el bien de toda la persona y, por tanto, enriquece y avalora con una dignidad especial las manifestaciones del cuerpo y del espíritu, ennobleciéndolas como elementos y señales específicas de la amistad conyugal.
Un tal amor lleva a los esposos al don mutuo y libre de sí mismos, expresado por sentimientos y actos de ternura; impregna toda su vida y por su mima actividad crece y se perfecciona. Supera con mucho la inclinación puramente erótica que, por ser cultivada egoísticamente, se desvanece rápida y progresivamente.Hay que formar a los jóvenes a tiempo y sobre la dignidad del amor conyugal, su función y su ejercicio”.(C.Vaticano II, GS 49)
El amor de los esposos
El amor conyugal es el que se da entre dos personas de distinto sexo que se aman una a la otra en toda la rica complejidad de la persona. Incluye las manifestaciones de intimidad, tanto físicas como espirituales; ambas necesarias, sin aquéllas el amor no sería conyugal, sino maternal, fraternal o de otra clase, y sin las espirituales, en las que radica la amistad, el amor quedaría reducido a la simple pasión, flor de un día.
Amor conyugal es la suma del compromiso, la atracción y la amistad de los esposos, en justa proporción, según la etapa en que se encuentre el matrimonio.
No se puede concebir un matrimonio sin atracción física mutua. Es natural que, con el paso del tiempo, llegue el deterioro físico y, con él, el menor atractivo corporal, mas no por eso debe disminuir el amor de los esposos, que no se fundamenta en el atractivo físico solamente sino en el de toda la persona.
En contrapartida, también es natural que, con el paso del tiempo, aumente y se profundice la amistad de los esposos, que aumenten y se perfeccionen sus valores espirituales y surjan etapas en las que, disminuida la pasión, haya más amistad, más cariño y más comprensión.
Ninguna pareja puede resistir los envites del tiempo si no está cimentada en el amor conyugal.
El amor conyugal es el valor fundamental del matrimonio
Cuando pregunto a las parejas de novios cuál es el valor fundamental del matrimonio, no todas contestan lo mismo. En efecto, el matrimonio tiene muchos valores: la mutua ayuda, el respeto, la comprensión, los intereses económicos, la atracción, etc. Pero hay un valor que engloba todos los demás y que, sin él, todos juntos son incapaces de proporcionar la felicidad que se pretende buscar. Por él vale la pena sacrificar, si fuese necesario, todas las otras cosas.
Este valor fundamental es el amor conyugal, en el que hay que cimentar la vida matrimonial, en el que hay que inspirar toda la conducta de los esposos y cuya conservación y aumento debe ser el punto de mira constante y la meta a conseguir.
El amor conyugal es de tal valor que los esposos siempre deberían preguntarse ante los muchos acontecimientos de la vida, ¿esta conducta, esta decisión y esta forma de ser mejora o empeora nuestro amor conyugal? Y obrar en consecuencia.
En la sociedad actual, este proceder es navegar contra corriente porque el amor conyugal no suele ser considerado el valor fundamental del matrimonio, muchos prefieren poner el fundamento de su unión en el dinero, la fama, el poder o el placer fácil e inmediato.
No saben o no quieren distinguir lo accesorio de lo fundamental; de ahí que se produzcan tantas separaciones y divorcios entre los que fundaron su matrimonio sobre arenas movedizas y no sobre la roca de las convicciones.
El valor de un matrimonio no está en la cantidad de bienes acumulados, sino en la calidad del amor de los esposos.
El amor conyugal es el que se da entre dos personas de distinto sexo que se aman una a la otra en toda la rica complejidad de la persona. Incluye las manifestaciones de intimidad, tanto físicas como espirituales; ambas necesarias, sin aquéllas el amor no sería conyugal, sino maternal, fraternal o de otra clase, y sin las espirituales, en las que radica la amistad, el amor quedaría reducido a la simple pasión, flor de un día.
Amor conyugal es la suma del compromiso, la atracción y la amistad de los esposos, en justa proporción, según la etapa en que se encuentre el matrimonio.
No se puede concebir un matrimonio sin atracción física mutua. Es natural que, con el paso del tiempo, llegue el deterioro físico y, con él, el menor atractivo corporal, mas no por eso debe disminuir el amor de los esposos, que no se fundamenta en el atractivo físico solamente sino en el de toda la persona.
En contrapartida, también es natural que, con el paso del tiempo, aumente y se profundice la amistad de los esposos, que aumenten y se perfeccionen sus valores espirituales y surjan etapas en las que, disminuida la pasión, haya más amistad, más cariño y más comprensión.
Ninguna pareja puede resistir los envites del tiempo si no está cimentada en el amor conyugal.
El amor conyugal es el valor fundamental del matrimonio
Cuando pregunto a las parejas de novios cuál es el valor fundamental del matrimonio, no todas contestan lo mismo. En efecto, el matrimonio tiene muchos valores: la mutua ayuda, el respeto, la comprensión, los intereses económicos, la atracción, etc. Pero hay un valor que engloba todos los demás y que, sin él, todos juntos son incapaces de proporcionar la felicidad que se pretende buscar. Por él vale la pena sacrificar, si fuese necesario, todas las otras cosas.
Este valor fundamental es el amor conyugal, en el que hay que cimentar la vida matrimonial, en el que hay que inspirar toda la conducta de los esposos y cuya conservación y aumento debe ser el punto de mira constante y la meta a conseguir.
El amor conyugal es de tal valor que los esposos siempre deberían preguntarse ante los muchos acontecimientos de la vida, ¿esta conducta, esta decisión y esta forma de ser mejora o empeora nuestro amor conyugal? Y obrar en consecuencia.
En la sociedad actual, este proceder es navegar contra corriente porque el amor conyugal no suele ser considerado el valor fundamental del matrimonio, muchos prefieren poner el fundamento de su unión en el dinero, la fama, el poder o el placer fácil e inmediato.
No saben o no quieren distinguir lo accesorio de lo fundamental; de ahí que se produzcan tantas separaciones y divorcios entre los que fundaron su matrimonio sobre arenas movedizas y no sobre la roca de las convicciones.
El valor de un matrimonio no está en la cantidad de bienes acumulados, sino en la calidad del amor de los esposos.
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