Mi familia

martes, 21 de junio de 2011

21.- LOS ADOLESCENTES

"El adolescente se siente desafiado por su destino, que ha hecho de él un ser extraño; ya no es un niño, tampoco un adulto. Su antiguo mundo se ha derrumbado y no está construido otro para sustituirlo.
Descubre que los patrones infantiles que él hasta ahora aplicaba al mundo son insuficientes, porque los había sumido de sus padres, maestros, etc. Y se siente situado fuera de su personalidad y colocado ante la tarea de formarse una imagen del mundo nueva e independiente. Esto hace que, al tumbar lo viejo, se enfrente con cada uno de los fenómenos que se le van presentando para conocer con exactitud las fronteras de su propio ser y del mundo que le rodea. Está, como quien dice, situado frente a la nada, y ante tal aislamiento, le entran escalofríos". (1)
La adolescencia es una época crucial en la vida de todo ser humano. Por la reducción de la glándula del timo, se rompe el equilibrio hormonal y maduran las glándulas germinativas que, al verter parte de su secreción en la sangre, hacen que todas las otras glándulas hormonales alteren su función, originando grandes cambios fisiológicos, psicológicos y de intereses.

Cambios fisiológicos: Aumento del corazón, de 120 a 290 centímetros cúbicos, crecimiento de los pulmones en altura y anchura, mayor peso y altura corporal y aparición de los caracteres sexuales secundarios.

Cambios psicológicos: Mayor actividad de la fantasía, con el peligro de confundir sus límites con la realidad. El sistema nervioso está bombardeado por una inmensa ola de estímulos de su propio cuerpo o del mundo circundante. La tensión nerviosa le causa fatiga mental.
Los estados de ánimo pasan de la alegría exultante al pesimismo, sin nada que lo justifique; tiene periodos de perplejidad, de no saber qué le pasa, en medio de sentimientos y estados de ánimo encontrados, lo que puede dar lugar a reacciones imprevisibles. Sienten la necesidad de dominar el mundo exterior para autoafirmarse y salir de su aislamiento.
Los adolescentes disfrutan con los ruidos fuertes, por eso gritan como si todos fueran sordos. Aparece la función lógica, la deducción, una mayor atención y concentración. En caso de trastorno, la distracción puede llegar a ser alarmante.
Hacia los 15 años se produce una fuerte intelectualización a costa de la afectividad externa. El entendimiento es como un dique contra las embestidas de los sentimientos. Se intensifican la reflexión y la autocrítica, frenándose la manifestación espontánea de los impulsos, mediante la represión.

Cambio de intereses: Los lazos de los intereses pasan de los padres a los amigos, aunque estas amistades raras veces son duraderas, pero pueden ser muy íntimas y vehementes.
Los sentimientos suelen ser egocéntricos y narcisistas. El adolescente se considera “eje del mundo”.
La fe en los padres y demás adultos está en retirada, por eso ha disminuído su interés por ellos. Para llenar el vacío, el adolescente busca otras personas con las que identificarse: ases deportivos, estrellas de la pantalla, el jefe de la banda del barrio, un profesor o un adulto que le cae bien y con el que mantiene buen rollo.
Esta será su forma de eliminar el aislamiento, de disminuir la angustia y de fortalecer su yo, adquiriendo confianza en sí mismo y sentimiento del propio valer.

"A esto se añade que se siente presionado en su interior por fuerzas hasta ahora desconocidas, experimentadas unas veces con nitidez y otras confusamente; fuerzas oscuras que presionan por salir y contra las cuales se yergue la conciencia moral. A menudo, lo primero que hacen es despertar en él una angustia verdaderamente cruel, con lo que se refuerza el aislamiento.
El adolescente cree que sólo él está apremiado por tales fuerzas, que lo colocan en una situación de necesidad; a causa de ellas se figura que es un dechado de maldad, abulia e indignidad y busca compensaciones para poder subsistir bajo un peso que le aplasta.
Unos escogen la huida, negando su debilidad a base de fanfarronadas; otros, se refugian en la lectura, en el deporte, en el cine, en la comida o la bebida, o en una actividad que les haga olvidarse de sí mismos. Buscan algo que les aturda.
Otros, la mayoría, aceptan la lucha: forcejean consigo y con el mundo, y buscan defenderse de su aislamiento con cualquier medio a su alcance”.(1)
(Hans Zulliger, La pubertad de los muchachos, pg 82-83)

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