Una vez que el niño ha nacido, todo el esfuerzo de los padres suele centrarse en los cuidados corporales de su alimentación y limpieza.
A propósito de la alimentación, si la salud de la madre lo permite, la lactancia con leche materna es la mejor para su bebé. No solamente es el alimento más completo sino que, además, es el que favorece más su sistema inmunológico. El pediatra indicará, en cada caso concreto, hasta cuando debe darse la leche materna y desde cuando se puede simultanear con otros alimentos.
Además de los cuidados corporales, los padres deben poner todo su interés en proporcionar a su bebé todo lo necesario y un ambiente hogareño propicio para que pueda desarrollar al máximo todas sus capacidades.
Resumo en unas líneas lo que, especialmente la madre, pero también el padre, puede hacer relacionado con su bebé:
La comunicación con tu bebé, durante los primeros meses, es casi exclusivamente afectiva, por tanto, le harás mucho bien si intensificas tus besos, caricias, sonrisas, miradas, contactos físicos piel con piel y muchas palabras de amor y cariño.
El rostro de la madre, y en especial sus ojos, ejercen sobre tu bebé un gran atractivo. Carga tu mirada de distintos matices como ternura, alegría, admiración, sorpresa, picardía, dulzura, serenidad...
La voz humana y, de forma más acusada, la de la madre, es el sonido más agradable, equilibrador y apaciguador para el niño. Le inunda de paz y le tranquiliza, acompasando, acelerando o desacelerando el ritmo de su pequeño corazón.
Palabras claves de la “lactancia psíquica”: mirar, sonreír, acariciar, estimular y hablar. Practícalas.
Desde los primeros días siguientes al nacimiento, el niño recibe información por todos los sentidos; rodéale de un ambiente variado y rico con el que pueda interaccionar, activar y perfeccionar especialmente los sentidos de la vista, el oído y el tacto.
La inteligencia se genera e incrementa a partir del movimiento, facilita a tu bebé las cosas para que pueda realizar todo tipo de movimientos corporales de forma coordinada y escalonada.
Estimula y alienta a tu hijo en su aprendizaje facilitándole ocasiones en las que se vea obligado a repetir acciones que le resulten interesantes.
Cada vez que señale un objeto con su dedito, pronuncia varias veces el nombre del objeto para que él lo aprenda y fije en su memoria.
Enséñale los nombres de las cosas más familiares, las palabras más usuales y los adjetivos más corrientes y sencillos. Ponte frente a él para que observe cómo pronuncias despacio el nombre de los objetos mientras los tocas o señalas; haz que él también los toque a señale.
Su nivel de expresión va detrás de su comprensión, por tanto, no importa tanto lo que exprese como lo que entienda.
Para que se sienta seguro desde el nacimiento, evita el descuido en la alimentación o en la higiene y, de modo muy especial, los gritos y las voces cercanos, evita las ausencias maternales prolongadas, si tienes que trabajar fuera de casa, busca un sustituto adecuado que le cuide.
La madre es su principal juguete, su primer amigo, su primera y más importante fuente de amor, de seguridad, de estímulos, su fuerza y tranquilidad, su primer educador... no le cojas nunca en tus brazos, no le mires, no le amamantes, no le hables ni le cuides si tú estás bajo los efectos del mal humor, de la ira, de la rabia o del despecho. Tú sólo debes darle amor, ternura y paz.
El niño así cuidado crecerá sano y fuerte, física y psíquicamente, adorando a sus padres, a los que considera no sólo buenos sino los mejores en todo, y tendrá una niñez feliz. Ya vendrá después la pubertad y la adolescencia con su pléyade de dificultades.
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