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miércoles, 8 de junio de 2011

8.- LA VIDA AFECTIVA DE LOS ESPOSOS

“Ame cada uno a su mujer y ámela como a sí mismo; y la mujer reverencie a su marido” (Ef 5, 33)
El diálogo matrimonial está abierto a todos los temas porque los esposos hablan de la vida y de todo lo que acontece en la sociedad, pero de modo especial debe estar abierto a lo que acontece en su propia vida.
Ningún área debe quedar marginada de sus conversaciones. No obstante, hay aspectos que, por su relevancia, deben estar más presentes y con mayor frecuencia.


La afectividad en el matrimonio
Cada persona es un mundo en riqueza y variedad de sentimientos que expresa u oculta según el propio carácter y las circunstancias personales del momento. En la vida matrimonial se dan infinidad de pequeños acontecimientos, dentro y fuera del hogar, que alegran, entristecen o preocupan a los cónyuges.
Cuando se ha adquirido la costumbre y la virtud de practicar el diálogo sincero y confiado es normal que se compartan las alegrías, las tristezas y las preocupaciones.
Suele haber personas muy reservadas, a las que les cuesta mucho abrir las puertas de su interior. Si esto sucediera entre dos esposos. Ambos deben estar alerta para, detectado el fallo, buscar inmediatamente el remedio.
Es muy importante el conocimiento del carácter de cada uno; así, el que sea más abierto, más extravertido, deberá ayudar al otro a abrirse, a depositar en él sus estados de ánimo; si son alegres, simplemente, para compartirlos y aumentar la alegría de ambos; si son tristes, para desahogar el peso del corazón en el ser querido y dividir la carga.
¡Qué alivio más grande tener siempre al lado un ser querido en quien depositar las alegrías, tristezas y preocupaciones!

Compartir los estados de ánimo, decir al otro cómo me encuentro, qué siento por dentro, es una gran muestra de amor por lo que encierra de confianza y de sincera amistad.
Contarse mutuamente los gustos, los deseos, lo que les agradaría hacer en un momento concreto, comporta un diálogo afectuoso que provoca el recíproco deseo de complacerse.
Suelo siempre recomendar a los esposos que, cuando se den cuenta de que el otro está atravesando un momento difícil, le pregunten cariñosamente ¿Cómo te encuentras? ¿Cómo puedo ayudarte? ¿Qué puedo hacer por ti? Es, creo, la mejor manera de interesarse por el otro y de intentar ayudarle para que abra su corazón.
El matrimonio, lo he dicho ya muchas veces, es cosa de dos, y no será nunca perfecto si uno o los dos se guardan las cosas para sí mismos. 
En el matrimonio no caben los secretos. Los que un día decidieron compartir sus vidas, deben compartir todas y cada una de sus peripecias.
La vida matrimonial está plagada de pequeñas cosas y, de cuando en cuando, suceden algunas más relevantes; pero, lo verdaderamente importante es la actitud de afecto con que los esposos afrontan los acontecimientos, sean éstos grandes o pequeños.
Se suele decir que en al matrimonio no hay que distinguir tanto entre cosas grandes y pequeñas, entre cosas más o menos importantes, porque todas son causas desencadenantes del aumento o de la merma de lo único, de verdad, importante en la vida matrimonial, el amor conyugal.
Los seres humanos tenemos derecho a nuestra propia intimidad, nadie puede “exigirnos” que la descubramos. Cuando se trata de dos esposos, una cosa es exigir y otra muy distinta depositar voluntariamente nuestra intimidad en el ser amado.
Es un regalo que sólo se tiene con el ser amado, con el mejor amigo, y eso debe ser siempre un cónyuge con el otro. Esa debe ser la dinámica de la afectividad entre los esposos. Cada uno ser todo para el otro, y llenar su vida de cariño, dulzura, afecto y confianza.

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