Existen tipos de desviaciones maternales opuestas a las ya analizadas y que se basan en la agresión psicológica a los hijos por parte de las madres, las cuales suelen tener conflictos graves de carácter afectivo. Suelen prodigar gran cantidad de muestras artificiales de afecto para mantener las apariencias ante los demás y mitigar su complejo de culpabilidad.
Madres que odian
Hay mujeres que odian a sus hijos por ser fruto de la unión con un marido que odian también. No suelen desarrollar conductas agresivas, sino una total indiferencia hacia los hijos.
Más frecuentes son las madres “frías”, las que no sienten nada por sus hijos ni por sus maridos. Viven aisladas y distantes de los suyos. Es una actitud emparentada con la frigidez sexual; la mujer frígida como esposa suele ser “fría” como madre.
Tratan de aparentar que la indiferencia es una actitud educativa inteligente. Así dirán: “Quiero que se acostumbre y se haga un hombre”, “tiene que arreglárselas solo para aprender”. El niño nunca encontrará en su madre una confidente o consejera a quien contar sus problemas o pedir ayuda en los deberes escolares. Si no recibe compensación por parte del padre, el niño se encerrará en sí mismo y se aislará.
Con frecuencia la madre “fría” contrata a otra persona para que atienda a los hijos, procurando que no les falte nada en lo material. No se dan cuenta de que les falta lo más importante, la dosis diaria de afecto y cariño. Estas madres están “muy ocupadas”, tiene tiempo para muchas cosas, pero no para sus hijos.
Otras mujeres odian a sus hijos porque no desearon tenerlos. Se incluyen entre ellas las que fueron madres por una violación, pero la mayor cantidad son las madres que no desearon a sus hijos por puro egoísmo. Son las que ven en ellos un estorbo para su vida cómoda y de relaciones sociales. Con frecuencia reaccionan con agresividad ante sus hijos y tratan de desentenderse de ellos.
Muchas de estas mujeres tienen alto poder adquisitivo y cultural, desean ejercer una profesión fuera del hogar y consideran al hijo responsable de su frustración.
Madres sin marido
No son pocos los niños que, por una causa u otra, se crían sin la presencia de su padre. Madres solteras, viudas, separadas o divorciadas.
La madre soltera ya no sufre el rechazo social de antaño, pero eso no quita que tenga que soportar, muchas veces, el rechazo familiar. La que es arropada por la familia está en mejor situación, no obstante, muchas deciden abortar y las que no, con frecuencia, abandonan sus estudios y trabajos y en su inexperiencia, dada su juventud, se encuentran con que tienen que hacer las veces de padre y de madre, en unas circunstancias adversas. Difícilmente pueden ofrecer una imagen positiva del padre de su hijo, que se desentendió y la abandonó, y éste carecerá del modelo masculino para una identificación correcta en el caso de ser un varón.
La madre viuda. Puede ofrecer una imagen de su marido, a veces, distorsionada por olvidar los defectos y ensalzar las virtudes. La madre viuda facilita a su hijo la identificación con la figura de su padre, aunque debe tener cuidado para no exagerar y dar lugar a un sentimiento de impotencia en el niño por no poder ser tan perfecto como era su padre.
La madre separada o divorciada: En las últimas décadas son muy abundantes en nuestro país. Remito a lo escrito sobre la separación y el divorcio. Sólo quiero recalcar las consecuencias nefastas que suelen tener para los hijos.
La madrastra
Tiene un papel muy difícil. Conquistar el afecto de los hijastros no es nada fácil, sobre todo si son ya adolescentes. Sustituir a una madre querida e idealizada tras la muerte lleva aparejadas las comparaciones y las censuras. Las hijastras rivalizarán con ella para conservar el cariño del padre en exclusiva y la acusarán de usurpadora. Si la madrastra aporta también hijos, hay riesgo de mayores tensiones y rivalidades entre ambos grupos de hermanastros.
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