Mi familia

martes, 14 de junio de 2011

14.- EL EMBARAZO

“En su realidad más profunda, el amor es esencialmente don y el amor conyugal, a la vez que conduce a los esposos al recíproco “conocimiento” que les hace una sola carne, no se agota dentro de la pareja, ya que les hace capaces de la máxima donación posible, por la que se convierten en cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva persona humana” (Juan Pablo II. Familiaris consortio 14)

El hijo deseado
El ejercicio de la paternidad responsable puede adquirir dos direcciones opuestas, engendrar un nuevo hijo o procurar evitarlo.
La fecundidad es un don de Dios que se actualiza por medio de la intervención de los padres.
Una pregunta previa es la siguiente. ¿Deben los hijos ser deseados por los padres? Si el hijo es deseado, sin duda, será buscado cuando las circunstancias así lo aconsejen y, cuando llegue, será recibido con inmensa alegría; será cuidado con todo esmero y cariño y protegido contra todos los peligros.
Esto quiere decir que la conducta de los padres, en todo momento, va a estar orientada al bien del niño, tanto durante el tiempo del embarazo como después del nacimiento.
Esta conducta de los padres respecto a su hijo tiene una gran trascendencia para su desarrollo armónico y global. El amor manifestado por los padres en el cuidado y atención al niño va a proporcionarle, bien que de forma inconsciente por su parte, la percepción de su seguridad, es decir, la percepción inconsciente de que es querido por esos seres que le cuidan; eso será su gran tesoro para toda la vida.

¿Qué deben hacer los padres cuando viene un hijo que no ha sido deseado en ese momento? No puedo emitir un juicio sobre la conducta de algunas madres que se someten al aborto o, una vez nacido el bebé, lo abandonan en cualquier sitio o lo matan. Sólo Dios conoce las circunstancias y sólo Él puede juzgar lo que parece tan deleznable.
Cuando un embarazo es rechazado por los progenitores produce tirantez, amargura, continuos disgustos y mala relación de pareja. Envuelto todo en un gran nerviosismo que les hace muy desgraciados.
Por lo común, cuando llega un embarazo que no ha sido deseado, los padres cristianos aceptan la nueva situación y tratan de acomodarse a ella.
Aceptada por ambos la nueva situación, deben proceder en todo y siempre como lo hubiesen hecho si el embarazo hubiera sido deseado. No valen las medias tintas, no vale aceptar a medias, no vale que lo acepte uno y el otro no. Deben llegar cuando antes y ambos, a la plena aceptación para evitar que su hijo sufra las consecuencias del rechazo y ellos mismos vivan en la amargura.

Actitud de los padres en presencia de un embarazo
Lo primero que deben hacer es ponerse en las manos del especialista y seguir fielmente sus indicaciones, él les dirá lo que pueden o no pueden hacer para que el feto se desarrolle y crezca sano. En esto no valen los consejos de las comadres, sin duda dados con la mejor intención, pero carentes de la especialización necesaria.
En el aspecto psicológico, deben evitar todo nerviosismo, llevar una vida lo más normal posible y “gozar en paz” de su embarazo. Seguirlo día a día, recibir con gozo cada nueva manifestación y compartir la sucesión de acontecimientos en espera del día del nacimiento.
El padre iniciará su “proceso de paternización” de la mejor forma posible, contribuyendo a la paz, a la armonía, al gozo y al relax de la esposa dentro del clima cálido y afectivo de su hogar.
Crear la paz del hogar es obra de los dos, pero especialmente del padre, pues su organismo no está sometido a los profundos cambios que experimenta su esposa embarazada. Este es el mejor regalo que puede hacer a su esposa y a su futuro hijo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario