El exceso de amor, muchas veces, puede causar trastornos serios al niño en las diversas etapas de su desarrollo. He aquí algunas de estas desviaciones:
La madre posesiva
Es un amor egoísta, la madre es el centro de la relación madre-hijo. El hijo debe ser el mejor de la clase, el más bueno del vecindario, etc, no por lo que esto tiene en sí mismo sino para saciar el orgullo personal de la madre. Esto crea problemas graves de rendimiento escolar, personalidad introvertida y hasta complejo de culpabilidad por no ser capaz de contentar a la madre.
La madre posesiva suele ser una mujer insatisfecha de su vida conyugal y desilusionada de su marido. Se apoya de tal forma en su hijo que crea entre ambos un estado de interdependencia que, en el caso del varón, será desvirilizado y no se sentirá, ni siquiera en su edad adulta, capaz de romper los lazos que lo subyugan a su madre. La figura del padre está tan desvirtuada que será muy difícil al hijo identificarse con la figura del varón. El chico está tan prendado de su madre que no siente necesidad de relacionarse con otros niños, aparte de los normales del colegio.
Si se trata de una hija corre el riesgo de permanecer afectivamente una niña para siempre. Alejada de la vida real, el sexo opuesto se le presenta como peligroso y desagradable. Es posible que aborrezca el matrimonio y sienta la obligación de permanecer siempre al lado de la madre, que tanto la necesita y ha hecho por ella. Si llega a casarse, será una esposa-hija, que recurre a su madre en todo y para todo. La madre seguirá ejerciendo su papel de posesiva y el conflicto conyugal no tardará en presentarse.
La madre-abuela
Es la mujer que quiere a su hijo en exclusividad, es decir, que centra su vida en el hijo de tal forma que se olvida de los demás aspectos de la misma, incluido el mismo matrimonio.
Se despreocupa de su marido y se preocupa de los más mínimos detalles concernientes a su hijo, con un amor excesivo que suele resultar insoportable, sobre todo para el hijo adolescente.
A estas mujeres les es imposible vivir con independencia respecto a sus hijos, viven por y para ellos, lo demás carece de valor. La sobreprotección, a veces, viene dada por las especiales circunstancias de su infancia, cuyas penalidades no quiere que se repitan en sus hijos.
La madre perfeccionista
Es la que nunca está contenta con lo que hace por sus hijos y cree que está fallando como madre. Es un problema de escrúpulos; todo tiene que ser perfecto, y como es imposible conseguirlo, sufre un complejo de culpabilidad
La madre “sufrida”
Todos nos quejamos alguna vez de los trabajos, desvelos y preocupaciones inherentes a la paternidad o maternidad; eso no es malo ni raro. Todos nos quejamos de muchas cosas que constituyen nuestra vida normal. Lo que no es tan normal es la existencia de madres cuya profesión parece ser únicamente la de mártir. En vez de sentir el gozo de tener hijos y criarlos, se siente agobiada e incapaz de cumplir su rol de madre con éxito.
Todos nos quejamos alguna vez de los trabajos, desvelos y preocupaciones inherentes a la paternidad o maternidad; eso no es malo ni raro. Todos nos quejamos de muchas cosas que constituyen nuestra vida normal. Lo que no es tan normal es la existencia de madres cuya profesión parece ser únicamente la de mártir. En vez de sentir el gozo de tener hijos y criarlos, se siente agobiada e incapaz de cumplir su rol de madre con éxito.
El problema se agudiza en la adolescencia de los hijos, y más todavía si se trata de una hija, la cual carecerá de la persona más indicada en quien buscar orientación y consejo en una etapa tan delicada. La madre “sufrida” provoca en sus hijos un sentimiento de culpabilidad, que traerá ramificaciones en la adaptación y en la creación de la propia identidad.
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