Mi familia

viernes, 3 de junio de 2011

3.- LOS CAMINOS DEL AMOR


La amistad juvenil

El ser humano está “condenado” a vivir en comunidad. En los albores de la adolescencia, cuando empieza a sufrir los primeros envites de la soledad, su misma razón de crecimiento le impulsa a integrarse en el grupo de amigos de su misma edad.
El grupo de amigos
En el grupo de amigos surge la amistad juvenil que ofrece al adolescente la posibilidad de relacionarse con seres semejantes a él, con los mismos problemas, las mismas dudas y angustias, la misma rebeldía. En esta fase de maduración personal, pretender separar a dos amigos, en la mayoría de los casos, es contraproducente, la amistad se hará más fuerte y rebelde.

El instinto sexual
En estos años de la adolescencia surge tumultuoso el instinto sexual. La ternura propia de la amistad y la intensificación del instinto sexual llevará al adolescente a fijarse en personas del otro sexo. Salir en pandilla, chicos y chicas, es altamente positivo, pues, ofrece la posibilidad de ejercitar la nobleza, la sinceridad, la generosidad y el compañerismo. También la ocasión de conocer a alguna persona concreta, de fijarse en ella, tratarla de modo especial y, tal vez, de que surja el amor entre ambos.

Aparece el amor

Que será imaginativo y romántico al principio, pero, poco a poco ambos se darán cuenta del carácter erótico de sus imaginaciones, no se contentarán con sustitutos imaginarios y se orientarán hacia lo real, tratando de conquistar al ser amado.

Llegará el enamoramiento   

Cuando la atracción por una determinada persona invada totalmente la afectividad. Es un estado de exaltación, de embriaguez del espíritu, que con el tiempo deberá dar paso a un amor más sereno, realista y profundo. La felicidad no sólo se construye con los sueños, sino, ante todo, con la realidad de la vida.

El principio del compromiso

Cuando un chico y una chica empiezan a salir juntos, no sólo como amigos, sino con un cierto compromiso, ha llegado la hora del diálogo sincero y profundo sobre los temas que a ambos les atañen.
Como fruto del diálogo vendrá el conocimiento del otro, que si es positivo y conforme a las expectativas de cada uno, hará surgir la confianza. Son días que, aunque sean muchos, se hacen muy cortos; todo parece poco para estar con el ser amado y hablar, hablar y hablar...
Así calman su necesidad de amar y de ser amados.
Puede suceder que, por la sinceridad puesta en sus conversaciones, uno o los dos se den cuenta de que es mucho lo que les separa y poco lo que les une, en ideales, gustos, actitudes, etc. 

Es este un momento delicado y difícil de la relación. Tal vez, la mejor solución sea portarse civilizadamente y, con gran dosis de serenidad, decir adiós a la relación. Esta salida será la mejor siempre que uno o los dos lleguen a estar convencidos de que entre ellos hay algo que va a impedir que puedan ser felices.
La convivencia matrimonial no puede estar cimentada en la sospecha, la duda, la insatisfacción o la falta de respeto, por citar algunas causas.
Toda relación seria debe basarse en los valores de ambos, no en el capricho o en la simple pasión física que, igual que la belleza corporal, es pasajera y debe dar paso al amor global de toda la persona.
Es importante la sinceridad desde el principio. Si falta la sinceridad no es posible el conocimiento. No es prudente ocupar el tiempo en una relación que se ha descubierto negativa o no satisfactoria.
Por el contrario, cuando a fuerza de sinceridad, día a día, se descubren más puntos positivos, más se afianza la relación y la confianza de uno en el otro. Esa confianza hará que se pongan borrosos los límites del yo-tú, del tuyo-mío, y empiece a brillar el nosotros, lo nuestro.
Se ha recorrido un largo trecho y se está en condiciones de hacer un compromiso duradero.

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