“Habiendo dado la vida a los hijos, los padres están gravemente obligados a su educación, y por tanto, ellos son los primeros y obligados educadores” (C, Vaticano II. G S 3)
Los padres son los primeros y obligados educadores de sus hijos
La misión educadora de los padres hunde sus raíces en su vocación, mediante el matrimonio, a participar en la obra creadora de Dios. Por amor engendraron al hijo y por amor deben ayudarle a crecer y desarrollarse como persona en toda su plenitud.
Ejerciendo su altísima misión de educadores, los esposos alargan su paternidad y maternidad más allá del mero hecho del origen genético, y llevan a sus hijos a la formación integral en todos los aspectos más importantes de la existencia humana.
La educación en la familia
La educación recibida en la familia es la que más conforma la personalidad de los hijos; esto se revela válido tanto en el aspecto de los valores humanos como en el de los religiosos y sociales.
Es en la familia donde, amasados con el amor y el ejemplo vivo de los padres, los valores adquieren la categoría de deseables e imitables por los hijos.
Es en el hogar familiar donde, por contagio, los hijos aprenden a amar, viendo cómo se aman sus padres; aprenden a dialogar, viendo cómo dialogan sus padres; aprenden a tolerar y a perdonar, viendo cómo lo hacen sus padres.
En la familia, los hijos aprenderán también a hablar con Dios Padre. Como todos los demás, los valores religiosos sólo se transmitirán a los hijos si los padres los viven en el hogar. Los hijos aprenderán a amar a Dios, a dialogar con Él por medio de la oración, a verle en las demás personas, sobre todo en las más necesitadas, viendo cómo todo eso lo viven sus padres.
Las oraciones aprendidas siendo niños de labios de nuestra madre o de nuestro padre y rezadas con ellos no se olvidan nunca. Los valores religiosos los hijos los adquieren por contagio de los padres, aunque después ellos los desarrollen en su edad adulta.
La misión de educadores es un derecho y un deber de los padres.Un derecho que tienen por el mero hecho de ser los padres. Nadie puede ni debe ir contra la voluntad de los padres, manifestada seriamente, en todo lo concerniente a la formación y educación de sus hijos. Todos los gobernantes tienen la obligación de salvaguardar y proteger este derecho fundamental de los padres.
Los padres tienen derecho a escoger la enseñanza y el tipo de educación que quieren para sus hijos. Entre los diversos modelos educativos, tienen derecho a elegir el que mejor se adapte a sus expectativas y creencias, tanto en la trasmisión de los contenidos formativos como en la educación de los valores humanos y religiosos.
Y un deber. Ellos son los primeros y principales responsables de la educación de sus hijos. Bajo ningún concepto pueden abdicar de esta obligación. Será necesario e imprescindible que se sirvan de otros para completar esa educación; pero, nunca deben olvidar que ellos son los responsables principales de la misma. Sus hijos tiene derecho a recibir la formación y la educación que les capacite para el futuro. No puede haber niños sin escolarizar.
Los centros educativos sólo tienen el carácter complementario de los padres, quienes deben actuar con ellos en connivencia y mutuo apoyo.
Los padres deben relacionarse frecuentemente con los profesores y tutores para llevar juntos adelante el proceso educativo.
La misión educadora de los padres hunde sus raíces en su vocación, mediante el matrimonio, a participar en la obra creadora de Dios. Por amor engendraron al hijo y por amor deben ayudarle a crecer y desarrollarse como persona en toda su plenitud.
Ejerciendo su altísima misión de educadores, los esposos alargan su paternidad y maternidad más allá del mero hecho del origen genético, y llevan a sus hijos a la formación integral en todos los aspectos más importantes de la existencia humana.
La educación en la familia
La educación recibida en la familia es la que más conforma la personalidad de los hijos; esto se revela válido tanto en el aspecto de los valores humanos como en el de los religiosos y sociales.
Es en la familia donde, amasados con el amor y el ejemplo vivo de los padres, los valores adquieren la categoría de deseables e imitables por los hijos.
Es en el hogar familiar donde, por contagio, los hijos aprenden a amar, viendo cómo se aman sus padres; aprenden a dialogar, viendo cómo dialogan sus padres; aprenden a tolerar y a perdonar, viendo cómo lo hacen sus padres.
En la familia, los hijos aprenderán también a hablar con Dios Padre. Como todos los demás, los valores religiosos sólo se transmitirán a los hijos si los padres los viven en el hogar. Los hijos aprenderán a amar a Dios, a dialogar con Él por medio de la oración, a verle en las demás personas, sobre todo en las más necesitadas, viendo cómo todo eso lo viven sus padres.
Las oraciones aprendidas siendo niños de labios de nuestra madre o de nuestro padre y rezadas con ellos no se olvidan nunca. Los valores religiosos los hijos los adquieren por contagio de los padres, aunque después ellos los desarrollen en su edad adulta.
La misión de educadores es un derecho y un deber de los padres.Un derecho que tienen por el mero hecho de ser los padres. Nadie puede ni debe ir contra la voluntad de los padres, manifestada seriamente, en todo lo concerniente a la formación y educación de sus hijos. Todos los gobernantes tienen la obligación de salvaguardar y proteger este derecho fundamental de los padres.
Los padres tienen derecho a escoger la enseñanza y el tipo de educación que quieren para sus hijos. Entre los diversos modelos educativos, tienen derecho a elegir el que mejor se adapte a sus expectativas y creencias, tanto en la trasmisión de los contenidos formativos como en la educación de los valores humanos y religiosos.
Y un deber. Ellos son los primeros y principales responsables de la educación de sus hijos. Bajo ningún concepto pueden abdicar de esta obligación. Será necesario e imprescindible que se sirvan de otros para completar esa educación; pero, nunca deben olvidar que ellos son los responsables principales de la misma. Sus hijos tiene derecho a recibir la formación y la educación que les capacite para el futuro. No puede haber niños sin escolarizar.
Los centros educativos sólo tienen el carácter complementario de los padres, quienes deben actuar con ellos en connivencia y mutuo apoyo.
Los padres deben relacionarse frecuentemente con los profesores y tutores para llevar juntos adelante el proceso educativo.
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