Convertir
la situación de la comida en un momento de intercambio y de convivencia familiar,
a través de la paulatina incorporación del niño a la “mesa de todos” contribuye
de manera fundamental en la adquisición de un hábito alimenticio adecuado para
los niños.
A lo largo de este período
también iremos observando cambios muy importantes en la evolución del hábito
alimenticio. Veremos cómo va apareciendo el deseo de tener autonomía en la
comida y el aumento del vocabulario relacionado con la alimentación.
Por otro lado, el paso de
alimentación triturada o semisólida, a sólida, es otro de los retos más arduos
que nos plantea este período evolutivo, en algunos casos nos encontramos con
algunos niños inapetentes, otros sobreprotegidos y caprichosos, etc.
En ocasiones la prisa y el poco
tiempo disponible por parte de los padres, también es un factor importante para
que se planteen problemas de alimentación en los niños.
A esta edad los niños ya son
capaces de:
Ir comiendo alimentos
semisólidos (tortilla, jamón cocido, croquetas, pescado cocido...).
Comenzar a comer con cuchara
y, hacia la mitad del período, con tenedor.
Empezar a comer sin necesidad
de “dar un espectáculo” en la mesa. Bartará con hablarle y contarle algo que
capte su atención.
Comer aproximadamente un
tercio de la ración de un adulto. Hay padres que ponen al niño una ración tan
grande como la suya.
Tomar alimentos que
contengan: Proteínas (carne, pescado, legumbres), hidratos de carbono (patatas,
pasta, cereales, lácteos), grasas (embutidos suaves, mantequilla, aceite), vitaminas
(frutas, verduras, hortalizas y huevos) y minerales (Legumbres, pescado, queso,
agua...). Es importante que el niño consuma 1,25
l . de líquido al día, entre bebidas y alimentos.
Sentarse a la mesa con los
demás, en una silla adecuada.
Cómo actuar:
Para conseguir hábitos
alimenticios correctos es preciso comenzar cuanto antes, teniendo en cuenta las
siguientes orientaciones:
En esta edad, no conviene “obligar
por la fuerza” al niño a comer todo lo servido. Así sólo se consigue disminuir
su apetito e irritarle.
Aunque rechace muchos
alimentos, si el niño se desarrolla adecuadamente, procurar no inquietarse ni
compararlo con otros e ir introduciendo alimentos nuevos poco a poco.
Es importante tomárselo con
calma y saber que en ocasiones los niños utilizan el “no comer” como medio para
conseguir lo que quieren y/o para manifestar alguna insatisfacción. Por eso los
padres y madres ante actitudes de rechazo deben explorar la causa del conflicto
y en función de esta, actuar.
Algunos consejos prácticos:
Cuando el niño desee comer
solo, recordar que los platos hondos con los bordes altos, son muy prácticos.
Ayudar a manejar la cuchara y
el tenedor cuando el pequeño lo necesite, con una pequeña guía (cogiendo su
mano).
Utilizar una cuchara algo
mayor que la de postre con los bordes redondeados.
Dejar al niño que tome
algunas comidas solo, aunque se le caiga, y que beba con vaso cuando el adulto
lo considere oportuno.
Nombrar los alimentos que
ingiere y hacer preguntas al niño para que se esfuerce en pronunciar el nombre
de los mismos.
Aunque el primer día rechace
el alimento sólido o semisólido, NO RENDIRNOS en el primer intento. Volver a
ofrecérselo al día siguiente y así hasta que vaya acostumbrándose poco a poco.
Seguir un horario adecuado y regular para consolidar el hábito de comer.
Evitar alimentos entre las comidas.
Si ponemos poca comida en el plato, el niño pensará que acabarlo no le cuesta mucho y se lo comerá sin demasiada dificultad. Esto le dará seguridad, e incluso puede que le den ganas de pedir más.
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