Mi familia

lunes, 18 de julio de 2011

46.- LA ASESORÍA MATRIMONIAL


He estado 23 años compartiendo mesas-coloquio con jóvenes que desean hacer el Cursillo Prematrimonial para después casarse “por la Iglesia”. Con tres cursillos cada año, he intervenido en más de 70 charlas-coloquio. Frutos de ellas son muchas de estas reflexiones.
Es un cuadro de “ideas sobre el matrimonio y la familia cristiana” a los jóvenes que se adentran en esta aventura.
Sería una candidez pensar que la “luna de miel” perdura a lo largo del matrimonio; lo real, y así se lo recalco a los que se van a casar, es que, más tarde o más temprano, aparezcan las dificultades. Mi afán es avisarles y prepararles para que las puedan afrontar.

Un hecho incuestionable 

Por muy diversos motivos se ha producido una creciente conflictividad matrimonial, con enormes repercusiones en la vida, tanto de los esposos como de los hijos, pues muchos conflictos terminan en la ruptura matrimonial mediante la separación y el divorcio.
Los conflictos matrimoniales suelen afectar a esferas muy íntimas, profundamente arraigadas en la personalidad y de difícil abordaje. Desde el principio de su relación, cuando son fuertes los lazos de su enamoramiento, los esposos deben crear hábitos y costumbres que les faciliten después la resolución de las dificultades que se puedan presentar.

Aprender a dialogar 

Uno de estos hábitos, seguramente el más importante, es el de aprender a dialogar sobre todas las cosas que les conciernan, con un diálogo amoroso, sincero y profundo, tal como ya expliqué en la reflexión Número 4: APRENDIENDO A DIALOGAR. 
El diálogo, a pesar de todo, no es la panacea de todos los conflictos matrimoniales. Los esposos no siempre saben dialogar y, por tanto, no siempre superan por sí solos sus crisis.

La figura del asesor matrimonial

Hace bastantes años que apareció en escena la figura del asesar matrimonial y familiar. En España, todavía cuesta a los matrimonios acudir a este tipo de profesionales; en otras naciones, lo hacen con toda naturalidad.
El asesor matrimonial y familiar es un profesional cuya única misión es ayudar a los matrimonios y a las familias en las dificultades que ellos mismos no han sabido superar. 

Es un profesional imparcial, que no se decanta por un cónyuge o por otro, que les enseña a dialogar y, mediante diversas técnicas y terapias de pareja, provoca que ellos mismos escojan el mejor camino para solucionar su dificultad.
Los asesores suelen estar agrupados en un Centro de Asesoría Matrimonial y Familiar, el cual ofrece la posibilidad de, a través de distintos profesionales, dar la ayuda necesaria en la orientación, la atención integral, la terapia y la resolución de conflictos, tanto matrimoniales como familiares.

¿Cuándo se debe ir a un Centro de Asesoría?

Desde el instante en que uno de los esposos cae en la cuenta de que, en su matrimonio, hay algo que no funciona. Debe empezar a caminar.

Primer paso: Hablar con su cónyuge. Si por un motivo u otro, el diálogo no resulta positivo y se recupera la paz y la armonía, se debe dar un paso más.

Segundo paso: Acudir ambos a un Centro de Asesoría para solicitar la ayuda que necesitan.
La problemática matrimonial y familiar es muy variada y, con frecuencia, afecta a los valores del espíritu, por lo que dicho Centro debe ofrecer garantía de respetar la fe religiosa. En cualquier parroquia pueden indicar la dirección de alguno de estos Centros.
Se contabilizan muchos millares de matrimonios que, beneficiándose de estos Centros, han recuperado la ilusión de seguir compartiendo sus vidas.

Sin duda, la solución ideal de todos los conflictos matrimoniales está en el primer paso y, sólo cuando éste falle, se debe pasar al segundo, pero, ¿qué hacer cuando también falla el segundo?

El asesor pondrá todas los medios a su alcance para que se encuentre una solución; no obstante, si por haber acudido tarde, cuando ya la crisis era muy grande o porque realmente los estados de ánimo están tan distanciados que humanamente es improbable su reconciliación, el mismo asesor les sugerirá, por el propio bien de los esposos y, sobre todo, por el de sus hijos, que contacten con un abogado e inicien los trámites de la separación.
Llegado este paso tan doloroso, los esposos deben portarse como personas civilizadas y no incrementar el dolor de la separación con escenas llenas de odio y de rencor. Si no lo hacen por ellos, al menos deben hacerlo por sus hijos, que no deben se las víctimas del desamor de sus padres.

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