Son
tres periodos de la vida por los que pasamos los seres humanos, antes de
adentrarnos en la edad adulta.
Aproximadamente,
la podemos enmarcar de los tres a los once años. Es la época feliz en la que
niños y niñas suelen estar encantados con sus padres, a los que adoran y
acompañan. Nadie es mejor, ni más sabio que su padre y su madre.
Los
padres deben aprovechar esta ocasión, casi siempre idílica, para crear y
profundizar en un diálogo sincero y cariñoso. Sus consejos y, sobre todo, sus
ejemplos serán los verdaderos pilares sobre los que se sustentará la
personalidad de sus hijos.
Pubertad
y adolescencia
Se llama
pubertad a los primeros años antes de la adolescencia, aunque es relativo tanto
el comienzo como el final de una y otra, muy variables de unos sujetos a otros,
incluso, por razón del clima y del medio ambiente.
Pubertad
fisiológica: El
chico se prepara para ser padre y experimenta toda una serie de
transformaciones corporales: fuerte crecimiento, mayor apetito, aparición de
los caracteres sexuales secundarios (cambio de voz, vello pubiano y axilar),
desarrollo y primera actividad de los genitales, con la aparición de
espermatozoides en el líquido seminal.
En la
chica se da un proceso parecido porque se prepara para ser madre. Redondeo de
las formas corporales, ensanche de las caderas, aparición de los senos y del
vello pubiano y axilar y, sobre todo, de la primera regla, que supone el
desprendimiento del óvulo.
Pubertad
mental: Se
origina por el empuje desencadenado por la pubertad fisiológica, que lleva a
una toma de conciencia de sí mismo.
Esta
toma de conciencia es una verdadera revolución interior que perdurará durante
toda la adolescencia y sólo acabará cuando el adolescente se inserte en la
sociedad adulta.
Fase anárquica: La
pubertad mental manifiesta una fase anárquica caracterizada
por la rebelión, la ofensiva general contra el medio ambiente y la autoridad en
general. El joven, chico o chica, para afirmarse en sí mimo, necesita romper
con las trabas de su infancia, con sus valores, sus ideas recibidas; se
manifiesta agresivo, disconforme, ruidoso y provocador. Nadie le comprende y él
tampoco comprende a nadie.
Fase reflexiva: El joven o la joven
trata de volver sobre sí mismo, descubrir su yo, su propia individualidad. De
este periodo de organización interior debe salir un ser consciente y maduro
para asumir la responsabilidad propia del adulto.
Razonar es una necesidad vital para el púber y más todavía para el adolescente. En su ejercicio experimenta gran alegría, por eso suele
defender sus puntos de vista con gran tozudez.
Razonar lleva a criticar. La crítica es inherente a la
adolescencia, y tiene sus razones:
Ya no está en la edad de la credulidad. Pasó la infancia y
ahora rechaza lo que a ella perteneció. Antes creía, ahora juzga, opina y
discute.
El adolescente es el juez más implacable de sus padres.
El adolescente es el juez más implacable de sus padres.
El adolescente busca apasionadamente la verdad o su
verdad. Ha descubierto que la verdad no depende de la autoridad de los padres o
de los profesores sino de criterios intrínsecos a la misma. No admite
imposiciones basadas en la autoridad o en el tono de voz del que manda, quiere
argumentos.
El adolescente tiene necesidad de afirmarse en sí mismo,
de adquirir conciencia de su propia valía. No podemos olvidar que la tarea más
importante de todo adolescente es descubrir quién es realmente, adquirir su
propia personalidad y su propia escala de valores, que puede o no coincidir con
la de sus padres.
EL PROCESO DE IDENTIFICACIÓN DEL ADOLESCENTE:
La personalidad se constituye mediante una serie de
identificaciones.
La identificación es un proceso psicológico mediante el cual un
sujeto asimila un aspecto, una propiedad o una cualidad de otro y se
transforma, total o parcialmente en virtud del modelo. La identificación de los
niños es inconsciente, sin darse cuenta de ello, adquieren formas de ser de las
personas que les sirven de modelo. La identificación de los adolescentes tiene
su parte inconsciente, pero es, sobre todo, consciente, ya que la busca y desea
abiertamente.
Nada hay que busque con tanta pasión un adolescente como
parecerse a sus ídolos. Esto se pone de manifiesto en la copia de la forma de
vestirse y de actuar en el grupo de amigos.
Por eso, no debe extrañar que, a veces, rechace los
modelos de los padres y busque otros distintos, más acordes con su ambiente, el
cantante o el actor de moda, el amigo mayor que le comprende, el profesor que
le gusta, etc.
Discordancia entre la madurez fisiológica y la madurez
mental.
Se conoce a esta discordancia con el nombre de “fenómeno de aceleración”. En las sociedades
técnicas, sobre todo en las grandes ciudades, el desarrollo físico, sexual e
intelectual de los jóvenes es más precoz que antes. Pero, el psiquismo no sigue
el mismo ritmo acelerado, sino que, al contrario, en muchos adolescentes acusa
un fuerte retraso, produciéndose una inmadurez afectiva y un infantilismo más
marcados.
Esta discordancia crea un desequilibrio peligroso que
puede ser fuente de conflictos y, en los casos extremos, de conductas
antisociales.
La
pubertad social:
La
afirmación y expansión del yo adolescente hace crujir por todas partes las
costuras del vestido infantil, se acusa el individualismo y la influencia del
medio ambiente, del grupo de amigos, de la cultura y del hábitat en que se
mueve.
La
importancia de estos factores sociales hace que rápidamente sean sobrepasados
los estudios sobre la adolescencia. La evolución de los adolescentes está
ligada a la de la sociedad en que vive.
El
comportamiento del adolescente, la manera en que afrontará y resolverá sus problemas
depende de su carácter, de su pasado psicológico, de su ubicación en su medio
cultural y de la actitud de la sociedad hacia él mismo.
La
sociedad suele considerar a la adolescencia como una fase de transición, lo que
no deja de ser un contrasentido si consideramos la adolescencia en toda su
longitud, lo transitorio no puede prolongarse durante tanto tiempo. Mejor sería
considerarla como una fase más en el devenir del ser humano, con sus
características y particularidades propias.
En
todos los contextos sociales, la adolescencia es y será siempre un periodo de
crisis y de desequilibrio, debido a los cambios fisiológicos y a sus
repercusiones psicológicas. Un periodo en el que los jóvenes adquieren la
obligación de encarar su propio destino y de realizar su inserción en la
sociedad.
La
diferencia de un adolescente a otro estará en la amplitud de la crisis, en las
formas que revista y en la solución adoptada por cada sujeto
Consecuencias
prácticas para que los padres y educadores podamos ayudar a los adolescentes:
1ª Una gran dosis de
paciencia, sólo así comprenderemos sus crisis de desarrollo, su anarquía y su
rebelión. También ellos lo están pasando mal, creen estar muy seguros de todo,
pero, en realidad están desorientados.
2ª Ayudarles
a descubrir la verdad. No con imposiciones sino con argumentos, de tú a tú; ya
no son niños y les molesta mucho que se les trate como si lo fueran. Intentar,
en los momentos que sean asequibles, hablar con ellos y mostrarles la verdad
sin presionarles, sólo con cariño.
3ª Presentémosles modelos
óptimos de identificación, y sobre todo, seamos nosotros sus mejores modelos de
referencia, guiemos, aconsejemos y procuremos ser modelos que cautiven y
provoquen la imitación.
4ª No
olvidemos que el verdadero artífice de su personalidad es el propio
adolescente. Él será lo que quiera ser. La misión de los padres y educadores es
sembrar la buena semilla. El crecimiento y los frutos llegarán a su tiempo, eso
es obra del propio adolescente.
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