El padrastro
Los problemas para el padrastro suelen surgir con los hijos varones adolescentes de su cónyuge que, por considerarle un intruso, no le conceden ningún derecho sobre ellos.
Las dificultades pueden agravarse si al marido también aportó al matrimonio hijos de la misma edad. Con suma facilidad surgirán los roces entre ambos grupos.
El padrastro, dada esta situación, se encuentra en una posición muy delicada. El ejercicio constante del diálogo, unido a una buena actitud de la esposa, hará que, sin merma de autoridad, cumpla con su papel de forma adecuada.
Cuando los hijos aportados por ambos al nuevo matrimonio son todavía pequeños las cosas son mucho más sencillas y con mayor facilidad se llena el cometido de la vida familiar.
El padre adoptivo
El motivo que impulsa a la adopción responde, por lo general, a una necesidad afectiva de uno o de los dos miembros del matrimonio. Aparte de aquellas en las que se adopta al hijo de un familiar fallecido, las adopciones de niños se suelen centrar en las efectuadas por matrimonios que no han podido tener hijos o que, teniendo hijos propios, adoptan otro para darle una familia y sacarle de una situación angustiosa en que se encuentra.
En ambos casos, la adopción responde a una necesidad de índole afectiva y, por tanto, al niño adoptado nunca le faltará el cariño y las atenciones que se prodigan en toda familia normal.
El peligro radica en que, por exceso de afectividad, le colmen de mimos y no ejerzan correctamente su autoridad y la necesaria corrección del hijo adoptivo.
El hijo adoptivo, como cualquier otro hijo, necesita mucho amor y una buena dosis de autoridad para que su desarrollo sea integral y se pueda lograr. La falta de cualquiera de estos dos ingredientes llevará al niño a algo muy diferente de lo que todo buen padre desea para su hijo.
Los problemas se pueden incrementar si obran bajo la influencia de lo que puedan pensar los vecinos y conocidos. Se sentirán encorsetados tanto ellos como las relaciones con su hijo.
Lo mejor que pueden hacer los padres adoptivos, una vez efectuada la adopción, es olvidarse de ella y tratar al hijo en todo como si fuese propio.
Cariño, todo; mimos, ninguno; autoridad, siempre, pero dialogante y afectuosa.
No es necesario que, mientras sea pequeño, le descubran el hecho de su adopción. Salvo que sea imprescindible hacerlo antes por correr el riesgo de que se entere por terceras personas, según la madurez del niño, debe aprovecharse para hacerlo la cercanía de la pubertad, a lo largo de una conversación distendida y cariñosa preparada con antelación.
Lo que no deben hacer nunca los padres adoptivos es mentir a su hijo, perderían para siempre su confianza.
El padre sin esposa
La situación del padre que cuida de su hijo o hijos al margen de su madre es radicalmente distinta de la situación de la madre que cuida de sus hijos al margen de su padre.
El padre soltero, es extremadamente raro el caso de un padre soltero que, por abandono de la madre, se quede con el hijo. Lo ordinario suele ser lo contrario: es el padre el que abandona a la madre al enterarse del embarazo y ésta es quien, si lo acepta, cuida a su hijo.
Los padres viudos, además del dolor por la muerte de la esposa, están obligados a sobreponerse y cuidar a sus hijos. Cuando éstos son pequeños, es una carga muy difícil de llevar. En verdad, son dignos de admiración.
Los padres separados o divorciados, en el improbable caso de que consigan la custodia de sus hijos deben contrarrestar la presencia ocasional de la madre y los problemas ocasionados por la ruptura.
En todos los casos, los hijos que conviven con su padre quedan despojados de una parte importantísima para su desarrollo: el cariño presencial de su madre. Aunque los padres hagan milagros y se vuelquen en educarlos y cuidarlos, siempre carecerán de lo más importante.
Por otra parte, si son niños, carecerán del modelo femenino de identificación, con repercusión en su personalidad.
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