Por desgracia, es un hecho constatable la cantidad de familias que se rompen en la actualidad, esposos que un día se prometieron amor eterno y que no han resistido los envites de la dificultad. Su amor fue flor de un día, se agostó y se acabó, dejando una huella de desencanto, de resentimiento de amargura y, en muchos casos, hasta de odio.
No es momento para indagar las causas, que, por otra parte pueden espigarse a lo largo de estas reflexiones sobre Matrimonio y Familia.
Los más perjudicados
Quiero insistir en que toda sentencia de separación y de divorcio es un trago amargo para los actores y que sus consecuencias les pasará factura en los años siguientes; pero, las peores consecuencias las sufrirán los hijos, sobre todo si son pequeños, ellos serán las mayores víctimas del desamor de sus padres, quienes, además, los suelen usa como moneda de cambio para conseguir mayores ventajasEn la lógica infantil no hay lugar para los resentimientos y los desamores de los adultos. El niño ama a sus padres, a los dos, y no puede entender que le quieran tanto, como constantemente le dicen por separado, y estén siempre peleándose o quieran separarse o divorciarse.
La terapia matrimonial puede ser la solución
Cuando los cónyuges llegan a tal punto de ruptura suelen acudir a un abogado e iniciar los trámites de separación. Convendría recalcar que, antes que al abogado, deberían ir a un asesor matrimonial. Muchos matrimonios salieron de la consulta del asesor dispuestos a luchar por su amor conyugal que creían perdido y, con las terapias adecuadas, lograron una vida matrimonial digna y satisfactoria.
Como he repetido muchas veces en estas reflexiones, el amor conyugal es el primer valor del matrimonio y vale la pena luchar para conseguirlo y mantenerlo. Tirar la toalla a la primera dificultad es indicio de que o no hubo verdadero amor o no se le dio importancia debida.
Está de moda tramitar causas de separación y divorcio, muchas veces, por cosas de poca importancia, que, tratadas debidamente en terapia matrimonial, se solucionarían a gusto de ambos, consiguiendo que de nuevo brotase la paz y el amor entre los esposos y la alegría en sus hijos. Por eso, cuando no sepan o no puedan solucionar una dificultad, deben visitar a un asesor.
Si el asesor considera que el deterioro no es superable por la terapia, él mismo recomendará la visita a un abogado para iniciar los trámites de separación.
Con el fin de aclarar las ideas y que nadie se lleve a confusión, quiero definir claramente tres figuras legales:
La sentencia de separación:
Debe ser dada por un juez y produce la suspensión de la vida común de los casados; cesa la posibilidad de vincular bienes del otro en el ejercicio de la potestad doméstica.
Los cónyuges separados siguen estando casados y no pueden acceder a nuevas nupcias sin haber obtenido antes la sentencia de divorcio o de nulidad.
El abogado debe explicar detalladamente las causas de separación admitidas por la ley.
La sentencia de divorcio
Una vez dada por el juez, produce la disolución civil del matrimonio. Los divorciados pueden acceder a nuevas nupcias civiles.
La Iglesia Católica no admite el divorcio por considerar que el matrimonio canónico es indisoluble. En consecuencia, ningún separado o divorciado civilmente que antes se hubiese casado canónicamente puede volver a “casarse por la Iglesia”.
La sentencia de nulidad
En ella el juez declara que no ha existido matrimonio por darse alguna de las causas establecidas por el Código Civil o el Código de Derecho Canónico. Declarada la nulidad por el juez, ambas partes recobran la condición de solteros y, en consecuencia, pueden casarse si lo desean.
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