La identificación se sitúa en el plano de lo inconsciente y la imitación en el plano de lo consciente. La identificación impulsa al niño a realizarse según la imagen de sus padres.
Al principio, tanto el niño como la niña se identifican con su madre. A los dos años, aproximadamente, el varón va tomando conciencia de sí mismo, de su propia individualidad y empieza a afirmarla; la figura del padre aparece como tal a los ojos del hijo.
Lo ideal no siempre es posible; hay ocasiones en las que la identificación no es posible o no es correcta, bien porque el padre está ausente del hogar largas temporadas (enfermedad, emigración divorcio) o bien por haber fallecido.
La identificación será tanto más fácil cuanto el modelo, esto es, el padre, sea agradable y apetecible. Por supuesto, el padre cariñoso es tomado como modelo con mucha mayor frecuencia que autoritario, despótico o indiferente.
La controversia de nuestros días es ¿cómo se pueden identificar los niños que, en lugar de tener un padre y una madre, tienen dos padres o dos madres? Es el caso que se produce con la adopción de niños por parejas homosexuales. Es un problema científico no resuelto. Según la orilla en que se encuentre cada cual, adopta una respuesta u otra. La psicología, en general, defiende que “la ausencia del padre o de la madre puede hacer que el ajuste del niño y el desarrollo de su identificación del papel sexual claramente definido sean más difíciles, especialmente cuando la ausencia se produce en los primeros años u cuando falta el padre del mismo sexo”.
Relaciones del padre con el lactante
El nacimiento de un hijo no deja indiferente a ningún padre. Basta constatar la ansiedad de los futuros padres y sus reacciones al sostenerlos en brazos por primera vez. Es un momento que ningún padre olvidará.
¿Qué sucede en los días siguientes al nacimiento? Generalmente era la madre la que se encargaba de todos los cuidados del bebé, mientras el padre era poco más que un espectador.
Por suerte, las cosas han ido y están cambiando; los roles en el hogar están perdiendo su rigidez de antaño, se empieza a compartir las tareas domésticas, y, dentro de ellas, el cuidado preferente del bebé.
La madre suele encargarse de la alimentación y la limpieza y comparte con el padre el baño y el juego. Por lo que a mí respecta, me alegro de no haberme perdido los ratos felices del baño de mis hijos. Son momentos para vivirlos, muy difíciles de describir en toda su riqueza e intensidad.
La importancia de jugar con los hijos
Es muy recomendable que los padres jueguen con sus hijos pequeños. Es una tarea que deben hacer los dos; las madres la han hecho siempre, los padres han empezado hace pocos años, pero cada día espero que lo hagan más.
El juego influye muy positivamente en el padre, quien aprende a reconocer las señales emitidas por su bebé y a interpretarlas correctamente. Es una complicidad entre consciente e inconsciente que lleva al entendimiento mutuo. El padre y el hijo se influyen uno en el otro, y se crea entre ambos una atmósfera de paz, de tranquilidad y de afecto muy bienhechoras para los dos.
Los juegos de un padre con su hijo, en los primeros años de éste, quedarán grabados para siempre en la memoria del niño y tienen una gran influencia en su desarrollo social e intelectual.
La complicidad de los primeros años entre el hijo y el padre es fuente de admiración, de confianza, de felicidad y de inmenso cariño, origen y base de su seguridad presente y futura.
Nunca se recalcará bastante la importancia de los primeros años para el desarrollo integral de la personalidad de los hijos. El gran tesoro de los bebés y de los infantes es la voz de sus padres y los juegos compartidos con ellos. Un tesoro cuyo valor irán descubriendo a lo largo de sus vidas.
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