La violencia se ha adueñado del mundo. Está presente en todas partes y con formas muy diferentes.
La violencia de las mil y una guerras que, por doquier, diezman a los pueblos, arrasan las tierras, empobrecen a sus moradores y causan tanto dolor a la población para satisfacer el odio, el afán de poder y de dominio de los potentados de las naciones.
Siempre hubo guerras, pero, en épocas no muy lejanas, eran seguidas de años de paz; siempre hubo asesinatos, pero no con la proliferación de nuestros días; antes, la sociedad quedaba más al margen de estos hechos; ahora, se involucra más, no en la comisión de los delitos que siempre son obra de los asesinos y criminales, pero sí reclamando información detallada de los sucesos violentos.
La violencia internacional y nacional que conocemos con el nombre de terrorismo.
Todos los días nos aterrorizamos con los atentados cometidos en Irak o en Oriente Medio y en otros muchos lugares; con frecuencia hemos tenido que lamentar los actos terroristas de ETA. Por nuestras calles campean los asesinos a sueldo, los miembros de bandas armadas que protegen y viven de la droga, la prostitución, el tráfico de mujeres y de armas, el blanqueo de dinero y el asalto de bancos, ciudadanos y domicilios.
En los alrededores de los centros de diversión pululan los matones, las grescas y las peleas. No los distinguimos, al parecer llevan una vida normal, pero un día nos enteramos de sus andanzas criminales.
La violencia en los matrimonios y en las familias:
Contra la mujer
Son muchas las que mueren todos los años a manos de sus novios o de sus maridos, y son muchísimas más las que, sin llegar a la muerte, soportan una violencia física, sexual o psicológica que les priva de sus derechos más elementales como seres humanos.
Contra los niños y niñas
Testigos y víctimas inocentes de los malos tratos en el hogar, con unas consecuencias irreversibles. No hay mayor desamparo que el de un niño víctima de los malos tratos de su propio padre y testigo mudo de los infligidos a su propia madre.
¿Cómo podrá amar, si vive acorralado por el odio de sus padres? ¿Quién le enseñará, con el ejemplo, los valores del amor, la confianza, la tolerancia, la comprensión, el respeto y la paz, si vive inmerso en la guerra de sus padres? El hogar es su mundo, y su mundo es violencia, crece en la violencia y, salvo un milagro, será un adulto violento.
Violencia en los tiempos de ocio
Es difícil ver una proyección cinematográfica, en la pequeña o en la gran pantalla, sin toparnos con abundantísimas escenas de la máxima violencia. Del cine de hace unas décadas al actual va un abismo; salvo honrosas excepciones, el cine actual sólo tiene dos dimensiones: la violencia y el sexo.
Violencia en el deporte
El de masas, especialmente el fútbol, ha dejado de ser deporte para convertirse en una actividad en la que se mueven muchos miles de millones, en la que las llamadas “estrellas” cobran ingentes fortunas. Ya no importa el deporte como tal sino ganar al contrario a toda costa, incluída la violencia, como estamos cansados de ver todos los fines de semana. Ganar el partido es lo único que verdaderamente interesa a esas sociedades económicas y no deportivas.
Violencia en los medios de comunicación
Estamos llegando a unos extremos lamentables y preocupantes. Basta conectar con cualquier canal de televisión para comprobar que los “informativos” amargan nuestras comidas y cenas con relatos prolijos de todos los sucesos cruentos del día; más que informativos son una crónica de sucesos luctuosos. ¡Y todo bajo el sofisma del derecho a la información!
Estos relatos pormenorizados no contribuyen al bienestar social, sino a crear alarma y malestar. Los detalles e, incluso, los hechos, deberían quedar para la policía y la justicia.
Con el mismo rasero debemos juzgar a los demás medios de comunicación, escritos o hablados; no deben hacer “publicidad” a los asesinos y convertirse en su caja de resonancia.
Todos los medios de comunicación deberían contribuir con sus poderosos reclamos a crear opinión pública, pero no una opinión pública cualquiera sino la más adecuada para incrementar el bien común de la sociedad.
En mi humilde opinión, el bien común pide que contribuyan a crear el respeto y la tolerancia, por poner sólo dos de entre todos los valores y derechos de las personas, que es todo lo contrario a crear una opinión en la masa hambrienta de los detalles morbosos que, inevitablemente, aparecen en los actos violentos.
La violencia en la misma sociedad
La sociedad está pagando en sus propias carnes el precio de haber abandonado los valores que la engrandecieron, los valores del espíritu y de la cultura. La sociedad está volviendo a la selva, a la ley del más fuerte.
La sociedad ha renegado de Dios, quiere vivir sin Él y donde no está Dios, está la violencia.
Todos los días nos aterrorizamos con los atentados cometidos en Irak o en Oriente Medio y en otros muchos lugares; con frecuencia hemos tenido que lamentar los actos terroristas de ETA. Por nuestras calles campean los asesinos a sueldo, los miembros de bandas armadas que protegen y viven de la droga, la prostitución, el tráfico de mujeres y de armas, el blanqueo de dinero y el asalto de bancos, ciudadanos y domicilios.
En los alrededores de los centros de diversión pululan los matones, las grescas y las peleas. No los distinguimos, al parecer llevan una vida normal, pero un día nos enteramos de sus andanzas criminales.
La violencia en los matrimonios y en las familias:
Contra la mujer
Son muchas las que mueren todos los años a manos de sus novios o de sus maridos, y son muchísimas más las que, sin llegar a la muerte, soportan una violencia física, sexual o psicológica que les priva de sus derechos más elementales como seres humanos.
Contra los niños y niñas
Testigos y víctimas inocentes de los malos tratos en el hogar, con unas consecuencias irreversibles. No hay mayor desamparo que el de un niño víctima de los malos tratos de su propio padre y testigo mudo de los infligidos a su propia madre.
¿Cómo podrá amar, si vive acorralado por el odio de sus padres? ¿Quién le enseñará, con el ejemplo, los valores del amor, la confianza, la tolerancia, la comprensión, el respeto y la paz, si vive inmerso en la guerra de sus padres? El hogar es su mundo, y su mundo es violencia, crece en la violencia y, salvo un milagro, será un adulto violento.
Violencia en los tiempos de ocio
Es difícil ver una proyección cinematográfica, en la pequeña o en la gran pantalla, sin toparnos con abundantísimas escenas de la máxima violencia. Del cine de hace unas décadas al actual va un abismo; salvo honrosas excepciones, el cine actual sólo tiene dos dimensiones: la violencia y el sexo.
Violencia en el deporte
El de masas, especialmente el fútbol, ha dejado de ser deporte para convertirse en una actividad en la que se mueven muchos miles de millones, en la que las llamadas “estrellas” cobran ingentes fortunas. Ya no importa el deporte como tal sino ganar al contrario a toda costa, incluída la violencia, como estamos cansados de ver todos los fines de semana. Ganar el partido es lo único que verdaderamente interesa a esas sociedades económicas y no deportivas.
Violencia en los medios de comunicación
Estamos llegando a unos extremos lamentables y preocupantes. Basta conectar con cualquier canal de televisión para comprobar que los “informativos” amargan nuestras comidas y cenas con relatos prolijos de todos los sucesos cruentos del día; más que informativos son una crónica de sucesos luctuosos. ¡Y todo bajo el sofisma del derecho a la información!
Estos relatos pormenorizados no contribuyen al bienestar social, sino a crear alarma y malestar. Los detalles e, incluso, los hechos, deberían quedar para la policía y la justicia.
Con el mismo rasero debemos juzgar a los demás medios de comunicación, escritos o hablados; no deben hacer “publicidad” a los asesinos y convertirse en su caja de resonancia.
Todos los medios de comunicación deberían contribuir con sus poderosos reclamos a crear opinión pública, pero no una opinión pública cualquiera sino la más adecuada para incrementar el bien común de la sociedad.
En mi humilde opinión, el bien común pide que contribuyan a crear el respeto y la tolerancia, por poner sólo dos de entre todos los valores y derechos de las personas, que es todo lo contrario a crear una opinión en la masa hambrienta de los detalles morbosos que, inevitablemente, aparecen en los actos violentos.
La violencia en la misma sociedad
La sociedad está pagando en sus propias carnes el precio de haber abandonado los valores que la engrandecieron, los valores del espíritu y de la cultura. La sociedad está volviendo a la selva, a la ley del más fuerte.
La sociedad ha renegado de Dios, quiere vivir sin Él y donde no está Dios, está la violencia.
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