Mi familia

sábado, 27 de agosto de 2011

63.- CONSEJOS DE UN ADOLESCENTE A PAPÁ Y A MAMÁ

Lo que espero de tí
CONSEJOS DE UN ADOLESCENTE A PAPÁ Y A MAMÁ

No me des todo lo que te pida.
A veces, sólo quiero ponerte a prueba para saber lo que puedo sacarte. Hay muchas cosas que me das y no las necesito. No sacies todos mis caprichos, debo acostumbrarme a renunciar porque la vida de adulto me lo exigirá muchas veces.
No olvides que, en lugar de mandarme que haga algo, prefiero que me lo sugieras. Lo haré más contento y más pronto. Tú te sentirás mejor y menos nerviosa viendo mi comportamiento. Así darás una oportunidad a mi deseo de agradarte.

No cambies constantemente de idea sobre lo que quieres que haga.
Decídete de una vez y no cambies de opinión. Tu indecisión perjudica la formación de mi personalidad. Te necesito firme, aunque me duela. Estoy creciendo y necesito tu firmeza para crecer en el camino de la rectitud.

No incumplas tus promesas, para bien o para mal. Si prometes una recompensa, dámela sin falta; si un castigo, dámelo también sin falta. No quieras suplir con mimos tus incumplimientos; no prometas lo que no puedas cumplir. Tu fidelidad debe ser siembra de mi seguridad.

No me compares con otra persona. Si me haces pasar por mejor, eso le dolerá a alguien; si por peor, entonces me dolerá a mi. Soy lo que soy; ayúdame a mejorar, pero no me digas que debo parecerme a alguien; sólo quiero parecerme a mí mismo. De ti quiero adquirir todas las cosas buenas que tienes; el trabajo es mío y no deseo parecerme a nadie, ni compararme con nadie.

No hagas mis cosas, deja que haga por mi cuenta todo lo que pueda. Así aprenderé; si tú me lo haces todo, nunca podré hacer nada por mi mismo Tu mejor enseñanza es darme ejemplo de cómo debo hacer yo las cosas y, después, dejarme hacerlas. No te enfades si, al principio, las hago mal, aprenderé de mis propios errores.

No me corrijas delante de los demás. Espera a que estemos solos para decirme cómo debo mejorar. No me abochornes ante otras personas. Mis defectos son sólo míos, no los publiques. Si lo haces, corres el riesgo de inducirme a la rebeldía, que es un defecto mayor. Corrígeme en el secreto de los dos. Mi alma te quedará agradecida, recibiré de mejor gana la corrección y, seguramente, aprenderé la lección para el futuro.

No me grites. Eso me hace gritar también y no quiero convertirme en una persona gritona. Tus voces alteran mis nervios y me hacen pensar que gritas porque estás nerviosa, no porque tengas razón. Con gritos nada se soluciona. No tiene razón el que más grita; la razón está en los argumentos. Si, de verdad, tienes razón, dímela en voz baja, con amor, y te escucharé.

No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que mienta para ayudarte. Eso rebaja el concepto que tengo de ti y también rebaja mi propia estimación. No me enseñes a mentir; la mentira es indicio de falta de confianza y ésta no puede existir entre nosotros.
Entre tú y yo todo debe ser nítido, claro y transparente. Sólo así confiaremos siempre uno en el otro.

No te empecines en no admitirlo cuando te equivoques. Que admitas tu equivocación no mermará mi buena opinión de ti, al contrario; además, cuando yo me equivoque, me será más fácil reconocerlo. Yo sé que todos nos equivocamos y que es difícil reconocerlo; pero, ante mi no debes preocuparte, porque te quiero.

No me trates sólo como a un hijo, trátame también como a un amigo. Así lograrás que seamos siempre amigos. El respeto no está reñido con el amor y la amistad. Yo quiero ser tu amigo durante toda mi vida. Sé que tú también lo deseas porque sabes que de esa amistad solo cabe esperar gran cantidad de bienes y de felicidad para ambos.



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