He analizado anteriormente las relaciones familiares en sentido vertical, es decir, abuelos, padres, nietos.
La relación de hermanos es distinta, pues se da en la horizontalidad. Las relaciones fraternales ejercen notable influencia en el niño y comprenden todos los rincones de su personalidad.
Dos son las principales acciones educativas de unos hermanos sobre otros, la rivalidad y la solidaridad.
Los celos entre los hermanos
Los celos significan un paro en la evolución. El niño queda anclado en la rivalidad, sin progresar hacia la solidaridad y la fraternidad.
Los celos significan un paro en la evolución. El niño queda anclado en la rivalidad, sin progresar hacia la solidaridad y la fraternidad.
Suelen presentarse más fácilmente en los hermanos mayores al verse privados de la exclusividad del amor y de las atenciones paternas. Les es difícil aceptar al hermanito pequeño, al que únicamente ven como un competidor y no como el más necesitado de atenciones y mayores cuidados.
Loas celos pueden manifestarse de varias formas: Con una conducta hostil hacia el hermano pequeño; con una conducta regresiva de sí mismo, como emplear un lenguaje aniñado, chuparse el dedo, no controlar los esfínteres, etc.; otras veces, intentarán llamar la atención con cabezonerías, berrinches, desobediencias, etc.
¿Qué hacer cuando aparecen celos desproporcionados en alguno de los hijos?
Tener en cuento que, para él, los celos son un sufrimiento continuo, que se incrementará hasta convertirse en sentimiento de culpabilidad, ante las riñas de los padres.
Tener en cuento que, para él, los celos son un sufrimiento continuo, que se incrementará hasta convertirse en sentimiento de culpabilidad, ante las riñas de los padres.
Los celos deben prevenirse. El primer paso debe darse antes de que nazca el hermanito esperado. El niño de dos, tres o más años, que es el posible celoso, debe ser contagiado por la alegría de los padres ante el futuro nacimiento, se debe intentar que comprenda que el hermanito va a necesitar mucho cariño y cuidados y que él es muy importante para dárselos.
Producido el nacimiento, los padres nunca deberán alabar al bebé sin hacerlo, al mismo tiempo con el hijo mayorcito. Repartir por igual las atenciones y evitar toda comparación.
La rivalidad
Uno de los caracteres principales de la personalidad del niño es su egocentrismo, verlo todo bajo su punto de vista. Poco a poco, cederá, por identificación, a verlo bajo el punto de vista de sus padres. Pero le será muy difícil superar su egocentrismo en el trato con sus hermanos, a los por considerar iguales, ve como rivales.
Los sentimientos de rivalidad fraternal surgen en la competencia por el amor de los padres, en especial, por el de la madre durante los primeros años. No se deben considerar sentimientos negativos, sino tomas de conciencia ante el otro u otros, que ayudan a superar el egocentrismo y el egoísmo, a aprender a ceder y a aceptar el fracaso.
¿Cuál debe ser la postura de los padres ante las disputas de sus hijos?
Una postura de equilibrio. Convencidos de que la familia en la que no exista la más mínima desavenencia fraternal no es una familia sana, procurarán hacer “la vista gorda” y no intervenir demasiado en las pequeñas querellas.
Muchas discusiones que fuera de la familia podrían ser graves e incluso terminar con una sólida amistad, entre los hermanos se olvidan y esto es su punto positivo.
La solidaridad
Junto a la rivalidad entre los hermanos también se da una fuerte solidaridad, que nace de sentirse miembros de una misma familia, con los mismos padres e idénticos lazos de sangre. A esto hay que añadir la vivencia común de todos los sucesos familiares, buenos y malos, y la necesidad de la ayuda mutua. La familia supone en sí mima la seguridad de sus miembros, el afecto y el cariño, de los que brota con fuerza el sentimiento de solidaridad.
En la evolución normal de la familia, los hijos van abandonando los sentimientos de rivalidad para dar paso a la solidaridad fraterna.
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