Dada
la cantidad de valores familiares, es imposible reflexionar sobre
todos en un único artículo, en éste lo haré sobre el amor y el
diálogo. En el siguiente, sobre “seguridad” y “sentido
crítico” y, en el último sobre “ser” y solidaridad”.
AMOR
Sin
amor la vida se hace insoportable. El matrimonio sin amor no es
matrimonio, es otra cosa.
Los antiguos griegos tenían la palabra "STORGÉ" para designar el amor entre los miembros de la familia.
Los antiguos griegos tenían la palabra "STORGÉ" para designar el amor entre los miembros de la familia.
El
amor es el motor que mantiene unida a la familia, es el ingrediente
principal de la relación de pareja, del crecimiento y del desarrollo
integral de los hijos. Amar es aceptar sin condiciones.
Todos
necesitamos amar y ser amados.
Amor
o utilitarismo es
la disyuntiva del matrimonio. El amor se manifiesta en la
vida afectiva de los esposos, en la
amistad conyugal y en la
educación de los hijos.
Gratuidad
del amor: Estamos
inmersos en un sociedad de consuma masivo, todo se compra y se vende,
todo tiene un precio. Oferta y demanda.
Las
multinacionales dictan la ley. Gracias a Dios, sigue habiendo ámbitos
en los que las cosas no se valoran por lo que cuestan, ni por su
rentabilidad sino por su gratuidad, por lo que conlleva darlas sin
esperar nada a cambio.
La
familia es un ámbito privilegiado de gratuidad.
En
la familia no solamente se actúa con la cabeza, se dan muchas
situaciones, las que más calan, las que más van a perdurar, que
brotan directamente del corazón, del amor sin límites.
La
gratuidad respecto a los hijos
¿Cuánto
vale una caricia? ¿Cuánto vale el cuento o el beso antes de dormir?
¿Y el tiempo de ayuda para hacer los deberes? ¿Y las horas de
desvelo cuando está enfermo? ¿Y los permanentes cuidados? ¿Y los
consejos? ¿Y cuando un nietecito dice “te quiero” al abuelo?
Etc., etc., etc..
Los
hijos, al principio por su edad y después porque no piensan en
ellas, no tienen presentes estas cosas. Las tendrán muy presentes
cuando sean ellos el padre o la madre.
La
gratuidad respecto al cónyuge
Cuando
decidieron unir sus vidas, cada uno aportaba su historia, sus
costumbres, su forma de ser y ambos hicieron un esfuerzo “de
ajuste y de encaje”. De dos historias individuales crearon
una común, parecida pero distinta a las anteriores.
Para
ese encaje y ajuste fue necesaria mucha gratuidad y mucha
generosidad. Las mismas que mutuamente se regalan para darse espacios
de libertad, o para no forzar la entrada de la privacidad, o para
dialogar con afecto y sinceridad, o para….
En
el fondo, no es cierto que la
gratuidad sea “dar algo sin recibir nada a cambio”. No
es tal, sí se recibe algo a
cambio, y mucho más de lo que se da.
La
gratuidad es un manifestación de amor y, ya sabemos ...”amor
con amor se paga”. Lo recibido supera con creces lo dado.
Bien
se comprueba esto diariamente en el ámbito familiar y en
los numerosos voluntarios de
las ONGs que prestan tantos servicios. Siempre dicen que “reciben
mucho más de lo que dan”.
Frase
para recordar: "Tener un lugar para ir
es tener un hogar. Tener alguien a quien amar es
tener una familia. Tener ambas cosas es una
bendición".
DIÁLOGO:
Aprendera dialogar tiene gran importancia en la familia. Los
hijos aprenden a dialogar “viendo” cómo dialogan sus padres:
hablan los dos, pero no se interrumpen, ni gritan (los gritos imponen
pero no convencen); se miran a los ojos porque son totalmente
sinceros.
No
se puede hablar de diálogo cuando no hay sinceridad, cuando se
miente o se oculta la verdad. De cara a los hijos es sumamente
importante “cómo
enseñarles a decir
la verdad”.
El
diálogo debe estar siempre presente en la familia, entre otras
razones, porque favorece la comunicación, la tolerancia, el
conocimiento del otro y de sus circunstancias.
El
diálogo familiar no es un monólogo de uno de los padres y el
silencio del otro; tampoco es un monólogo del padre o de la madre y
el silencio de los hijos.
Los
hijos necesitan que los padres les hablen y que les escuchen. En
muchas circunstancias esperan más ser escuchados. Es
primordial que la familia tenga todos los días un tiempo reservado
para conversar.
En
familia se puede y debe hablar de todo; pero, sin olvidar la
máxima: “Debate
las ideas, pero respeta a las personas".
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