Mi familia

jueves, 31 de enero de 2019

154.-SOLIDARIDAD Y TOLERANCIA (VC III)


Tercera entrega de valores cívicos:

SOLIDARIDAD
Prima hermana de la colaboración, la gratuidad y la generosidad. Es dar sin recibir nada a cambio. La familia solidaria es una piña, tanto en los tiempos felices como en los adversos. “Ser piña” no significa que todos tengan siempre las mismas ideas, sino que, aunque sean distintas, son capaces, por el amor que se profesan, de debatirlas con tranquilidad.

En palabras del Papa Francisco, “ de la fraternidad vivida en la familia nace la solidaridad, que no consiste únicamente en dar al necesitado, sino en ser responsables los unos de los otros” (1).
Responsables del crecimiento como personas, responsables de que todos reciban una buena formación y educación que les abra un futuro con esperanza de oportunidades reales para todos.
Los padres tenemos mucho que decir y enseñar a nuestros hijos en este campo de la solidaridad.
La solidaridad es inclusiva, se extiende también a los jóvenes desocupados, los llamados “ni ni”, porque ni estudian ni trabajan, los que tiene como único horizonte las adicciones, la depresión y la tristeza.
La solidaridad es un compromiso moral y de dignidad humana para todos los que disponen de suficientes recursos; no es una obligación; es una forma de combatir las carencia de unos y el egoÍsmo de otros. La generosidad solidaria es un puente que une y destruye los muros y barreras de la separación.
Solidaridad es compartir:Todos para todos en todo. Solidaridad es ayudar a cualquier ser humano en todo momento, en especial, en situaciones de desamparo.
Las solidaridad es uno de los grandes valores de nuestro tiempo. Abundan las necesidades y abundan las personas solidarias.
La solidaridad engloba otros muchos valores, como la bondad, el amor, la empatía. Ayudar a otros para que puedan educarse en valores es la mejor forma de construir un mundo mejor.
Para recordar: “Llevadera es la labor cuando muchos comparten la fatiga” (Homero)
(1) Discurso en Quito (Ecuador) el 7 de julio 2015

TOLERANCIA E INTOLERANCIA

1.- TOLERANCIA INDIVIDUAL
Es la capacidad de un individuo para aceptar a una persona o a un grupo con valores diferentes a los suyos; reconocer, respetar y aceptar que hay diversas maneras de ser y actuar en las diversas razas, culturas y religiones.
Tolerar es escuchar al otro, comprenderle y respetar sus valores. El tolerante tiene conciencia de que el otro es un ser humano como él y, por tanto, establece una relación de diálogo con él.
1.1.- Tolerar no es compartir los valores del otro ni claudicar de los propios. El tolerante mantiene sus valores y principios como guía de su propia conducta y, al mismo tiempo, respeta los valores y principios diferentes a los suyos.
La tolerancia implica aceptación del diferente y capacidad de diálogo con el mismo.
La tolerancia es la base de la buena convivencia entre personas diferentes por cultura, raza, religión o sexo.
1.2.- Educar para la tolerancia
La educación recibida en la familia es la puerta de entrada de la tolerancia y de todos los demás valores.
Educar para la tolerancia implica dar a conocer el mundo en que se mueven las personas consideradas diferentes. Conocer para educar, educar para ser tolerantes.
Educar para la tolerancia implica dotar a cada persona de unos valores fundamentales para su vida en sociedad, como son la responsabilidad, la capacidad de diálogo y de espíritu crítico.

2.- LA TOLERANCIA SOCIAL
Es el conjunto de normas establecidas por los poderes político y social que son aceptadas, en mayor o menor grado, por el conjunto de la sociedad, para fijar el nivel de tolerancia hacia las personas que expresen actitudes diferentes.
La tolerancia social es una fuente de progreso entre los pueblos diferentes que comparten y desarrollan los conocimientos científicos ya adquiridos y se unen para nuevas investigaciones.
La tolerancia social es un valor básico para la convivencia pacífica entre personas de diferentes culturas, credos, razas y formas de vida. Debe ir acompañada de un fuerte espíritu crítico de las estructuras sociales para que amparen a las personas en cuanto a su libertad de pensamiento y libertad de conciencia.
La tolerancia entre la Religión y el Estado
La práctica de la tolerancia social implica la separación de poderes entre la Religión y el Estado, cuyas estructuras sociales y políticas han sido en el pasado, y en diversos países siguen siendo, fuentes de intolerancia.
Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Estas palabras evangélicas reivindican la separación. A la regulación estatal pertenece la búsqueda del bien común de los ciudadanos, preservar sus vidas, libertades y propiedades. A la autoridad religiosa pertenece la regulación del culto y sus múltiples manifestaciones en la vida de los creyentes.
Ni las Religiones ni los Estados pueden coaccionar a las personas para que practiquen una determinada confesión religiosa, como hizo la Inquisición y como hacen actualmente los países islámicos.
La fe no cae en el ámbito del poder político o eclesial. La fe es un don de Dios, no una imposición de los hombres. A la fe se llega por el convencimiento y la aceptación personal. Los tormentos no producen fe sino miedo, terror y falsas conversiones.
Los Estados que admiten los Derechos Humanos deben ser aconfesionales y las confesiones religiosas deben aplicar entre ellas la tolerancia y el mútuo respeto para llegar al diálogo interreligioso.

3.- LA INTOLERANCIA
Es el antivalor del que sólo admite su propia opinión y no acepta las de los demás. La intolerancia, en todas u cada una de sus esferas, está en la base de múltiples fricciones y conflictos.
El intolerante pasivo es el que simplemente ignora al otro, pasa del otro y de todas sus circunstancias.
El intolerante activo es el que pasa a la acción para contrarrestar (y, a veces, eliminar) al que no piensa como él.
La historia de la humanidad está llena de persecuciones y conculcación de los derechos humanos.
Se ha derramado mucha sangre por intolerancia. Hay muchos fanáticos políticos y religiosos que pretenden resolver los conflictos mediante la guerra y/o los atentados.
Los países civilizados tienen que reconocer los derechos individuales como origen, fin y limitación de la actividad estatal y tratar de desterrar toda clase de intolerancia.
Una buena frase: “Cuando conozco a alguien no me importa si es blanco, negro judío o musulmán; me basta con saber que es un ser humano”. (Walt Whitman)

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