Mi familia

viernes, 8 de febrero de 2013

103.- DOTAR DE RECURSOS A NUESTROS HIJOS




La interacción
La gran herramienta pedagógica que tenemos a nuestro alcance es la calidad, intensidad y frecuencia de la interacción con nuestros hijos.
No podemos cuidarlos y protegerlos toda la vida.
Pero sí podemos ayudarlos a desarrollar los recursos necesarios para que puedan enfrentarse a la vida.
Vivimos con nuestros hijos y con ellos interactuamos constantemente. Todo lo que hacemos en su presencia tiene impacto en mente, en su voluntad y en su corazón. Los padres somos el espejo en el que se miran los hijos, sobre todo en la infancia y la niñez.
No podemos olvidar que nuestros hijos quedarán marcados para siempre por la calidad, la intensidad y la frecuencia de nuestra acción hacia ellos.

Los recursos personales
Todos los padres desean proporcionar a sus hijos recursos económicos, lo cual es muy loable; pero junto al capital económico, hay algo más importante, el capital vital, los recursos personales, los hábitos que deben adquirir que les ayudarán a ser más y mejor persona y a poder enfrentarse a la vida con ciertas garantías.

Despertar su inteligencia
La inteligencia tiene un componente genético y otros ambientales. Sobre estos últimos podemos actuar positivamente para contribuir al desarrollo de la misma.
Partiendo de la base de una buena y sana alimentación, podemos servirnos de la lectura, el dibujo, la música, los deportes, etc.
Hasta los seis años, tu hijo dispone de un potencial que no volverá a tener en toda su vida. Y está demostrado que una estimulación adecuada y sistemática, sobre todo durante los tres primeros años, contribuye a desarrollar sus enormes capacidades. Por eso se recomienda que el niño crezca rodeado de estímulos sensoriales y psicomotrices. Es lo que se conoce como "aprendizaje temprano".
Todo niño llega al mundo con una enorme capacidad para aprender. Tanto es así que a los 6 años, un niño ya ha aprendido estas cinco funciones:                         

Cinco funciones:                                                                                            
A entender el lenguaje oral. A leer el lenguaje escrito. A reconocer un objeto mediante el tacto. A hablar un lenguaje abstracto, simbólico y convencional y A escribir este lenguaje.
Estas cinco funciones, además de caminar erguido que ya aprendió antes, se caracterizan, en primer lugar, porque son exclusivas de la corteza cerebral humana y ningún otro ser de la tierra las posee. En segundo lugar, porque son el fundamento y la base de todos los aprendizajes posteriores. Cuanto más asumidas y automatizadas estén estas funciones cuando nuestro hijo comience la escuela (primaria), más posibilidades de éxito tendrá.
Igualmente es fundamental comprender que ninguna de estas funciones básicas las puede ejercer un recién nacido porque, como seres humanos, heredamos enormes potencialidades para desarrollar a lo largo de nuestra vida, pero muy pocas realidades. La explicación radica en que el niño ya nace con el número de neuronas del que dispondrá toda la vida. Pero una neurona, por sí sola, sirve para muy poco. De hecho, mueren miles de ellas diariamente y no pasa nada. Lo verdaderamente poderoso son los circuitos neuronales que se van formando mediante la estimulación que el cerebro recibe a través de los sentidos y del movimiento. Los padres son los principales agentes de esta estimulación.
El conjunto de circuitos constituyen una poderosa red que, junto a la mielina que recubre las dendritas y los axones para que la información viaje por las vías nerviosas con rapidez, hace que el cerebro pase de pesar 340 gramos en el recién nacido a 970 a los 12 meses, 1250 a los 6 años. 
El aprendizaje temprano
Todo esto nos conduce a lo más importante para el aprendizaje temprano: estos circuitos neurológicos sólo alcanzan la plenitud si, a través de los sentidos y del movimiento, llegan estímulos al cerebro en esta etapa de la vida de la persona. Y lo más importante: estas funciones humanas superiores sólo pueden llegar a su máximo potencial, si se conceden al niño oportunidades de aprendizaje, durante estos primeros años de especial desarrollo neurológico.
Los niños con más posibilidades de éxito a lo largo de la historia han sido aquellos que en su casa han tenido un ambiente culturalmente rico, y sus padres, especialmente las madres, guiadas por su amor y su sentido común, han valorado la cultura y han dado oportunidades a sus hijos, desde el primer día, para tocar, ver, oír y moverse.
Se trata de ayudarles a que desarrollen todas las capacidades que llevan dentro para que sean unas personas equilibradas e inteligentes.
Tenemos la suerte de que las técnicas y métodos de aprendizaje temprano ofrecen a los padres esta valiosa información para que disfrutemos y nos divirtamos con nuestros hijos y, además, para que éstos alcancen las herramientas suficientes que les permitan, cuando sean adultos, elegir aquello que quieran ser.

Los hábitos tardan en adquirirse y se amplían con el tiempo y mucha repetición. La habilidad de todos los grandes deportistas no la han conseguido en un abrir y cerrar de ojos, sino a lo largo del tiempo y repetidos entrenamientos, lo mismo sucede a los seres humanos.
En cada etapa cambiarán los entrenamientos, las técnicas, pero los recursos atléticos serían los mismos. También nuestros hijos pasarán por diversas etapas, infancia, niñez y adolescencia; los padres deberán adaptarse a cada etapa, pero apoyándose siempre en los hábitos que vienen desarrollando desde la primera.

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