La
familia es considerada como la célula fundamental de la sociedad. Su
importancia se debe a que la
familia es formadora de personas. En
su seno nacen y crecen una serie de valores que dan forma a la
identidad propia de cada familia. Estos
valores son las raíces familiares que heredarán los
hijos, un tesoro a
conservar y del que sentirse orgullosos.
La
mejor herencia
Los
valores son nuestras raíces. Somos lo que somos por los
valores heredados de nuestros mayores; nuestros hijos serán lo que
hayan de ser por los valores que nosotros les dejemos en herencia.
Nuestras palabras y nuestras acciones constituyen un ejemplo, una
lección viva y permanente.
Los
padres somos (o debemos ser) los referentes idóneos de nuestros
hijos.
Los
valores heredados de nuestra familia e interiorizados plenamente en
nuestra edad adulta, unidos a los adquiridos por nuestra cuenta,
serán nuestra aportación a la construcción de una sociedad mejor.
Los
valores se aprenden
La
familia es el lugar privilegiado para el aprendizaje de los valores.
En la familia se nace,
se crece y se camina hacia la realización personal en una
relación intensa, fruto de los
valores y
metas comunes.
Los
padres transmiten los valores y
los hijos los
aprenden, imitan y copian de todas las personas que significan
algo en su vida, las que dejan huella, como son los padres, los
educadores o los líderes sociales.
Tal
vez interese:
Familia,
escuela y educación.
Los
valores familiares son válidos para todas las familias; pero, no
producen en todas los mismos efectos porque, al enjuiciar esos
valores y ponerlos en práctica, cada familia lo hace desde su óptica
particular.
Hablando
de valores familiares, hemos de tener en cuenta que “hay
varias formas de familia” y, es
más, dentro de cada forma “cada familia es
diferente”. No es que “la
familia” esté en crisis, es una determinada modalidad de familia
la que sufre la llamada “crisis de crecimiento” al abrirse a
otras formas de familia.
La
familia, en sí misma y en todas sus formas, es un gran valor que
tiene una enorme importancia para cada ser humano, precisamente por
la función educativa de los padres.
El
matrimonio estará en crisis si los padres no quieren adaptarse;
la ausencia de valores que configuren patrones de comportamiento
acaba desintegrando la vida matrimonial y familiar. Son, por tanto,
los padres quienes deben adaptar los valores matrimoniales y
familiares a su situación concreta, sabiendo que la familia educa
más por lo que “hace” que por lo que “dice”. La familia es
el ámbito donde el valor del ejemplo adquiere su dimensión más
profunda.
La
familia abierta a las nuevas formas debe abrirse a nuevos valores,
alejados del fundamentalismo excluyente, capaces de adaptarse a los
nuevos tiempos, de superar los prejuicios y de favorecer el papel
fundamental de la familia en la construcción de la personalidad de
los hijos y su integración en la sociedad.
La
familia educa en valores para ser personas
Educar
en valores para que los hijos sean personas implica una serie de
características:
1ª
Considerar a cada hijo como un ser único, especial e irrepetible que
es aceptado, valorado y querido por ser lo que es y como es.
2ª
Reconocer y respetar la dignidad de todos los seres humanos. Aceptar
a cada persona como el valor supremo de las realidades humanas. La
convivencia y la paz entre los pueblos se fundamenta en el
reconocimiento general de los valores que conforman la dignidad
humana.
3ª
Acompañar y guiar a cada hijo en su trayectoria vital para que
descubra el lado bueno o malo de las personas y de los
acontecimientos e interiorice, libre y razonablemente, su propia
escala de valores.
4ª
Contemplar para cada hijo su educación integral, que potencie todos
sus valores y desarrolle todas sus posibilidades.
5ª
Los hijos, antes de tomar una decisión, deben aprender a sopesar y
asumir las consecuencias de la misma. Para bien o para mal, todas las
decisiones humanas tienen sus consecuencias.
6ª
Educar para lograr personas libres es llevar a los hijos a su propia
madurez. Para lo cual hay que respetar su personalidad, la forma de
ser de cada uno; escucharlos y atenderlos en un clima de cálido
afecto; poner normas, no de forma autoritaria sino que ayuden en cada
momento a descubrir el camino mejor y asumirlo con responsabilidad.
7ª
Formar personas es educar para vivir en apertura hacia los demás. El
ser humano es un animal social. Los padres deben educar a sus hijos
en una comunidad (la familia) abierta y solidaria para ayudarlos a
adquirir la capacidad de vivir en otra comunidad (la sociedad), llena
de oportunidades y, también, de peligros y trampas.
Frase
para recordar: “Educar es formar personas aptas para
gobernarse a sí mismas, y no para ser gobernadas por otros”.
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