Mi familia

viernes, 21 de diciembre de 2018

145.- LA FAMILIA CON SUS VALORES EDUCA PARA SER PERSONA




La familia es considerada como la célula fundamental de la sociedad. Su importancia se debe a que la familia es formadora de personas. En su seno nacen y crecen una serie de valores que dan forma a la identidad propia de cada familia. Estos valores son las raíces familiares que heredarán los hijos, un tesoro a conservar y del que sentirse orgullosos.
La mejor herencia
Los valores son nuestras raíces. Somos lo que somos por los valores heredados de nuestros mayores; nuestros hijos serán lo que hayan de ser por los valores que nosotros les dejemos en herencia. Nuestras palabras y nuestras acciones constituyen un ejemplo, una lección viva y permanente.
Los padres somos (o debemos ser) los referentes idóneos de nuestros hijos.
Los valores heredados de nuestra familia e interiorizados plenamente en nuestra edad adulta, unidos a los adquiridos por nuestra cuenta, serán nuestra aportación a la construcción de una sociedad mejor.
Los valores se aprenden
La familia es el lugar privilegiado para el aprendizaje de los valores. En la familia se nace, se crece y se camina hacia la realización personal en una relación intensa, fruto de los valores y metas comunes.
Los padres transmiten los valores y los hijos los aprenden, imitan y copian de todas las personas que significan algo en su vida, las que dejan huella, como son los padres, los educadores o los líderes sociales.
Los valores familiares son válidos para todas las familias; pero, no producen en todas los mismos efectos porque, al enjuiciar esos valores y ponerlos en práctica, cada familia lo hace desde su óptica particular.
Hablando de valores familiares, hemos de tener en cuenta que “hay varias formas de familia” y, es más, dentro de cada forma “cada familia es diferente”. No es que “la familia” esté en crisis, es una determinada modalidad de familia la que sufre la llamada “crisis de crecimiento” al abrirse a otras formas de familia.
La familia, en sí misma y en todas sus formas, es un gran valor que tiene una enorme importancia para cada ser humano, precisamente por la función educativa de los padres.
El matrimonio estará en crisis si los padres no quieren adaptarse; la ausencia de valores que configuren patrones de comportamiento acaba desintegrando la vida matrimonial y familiar. Son, por tanto, los padres quienes deben adaptar los valores matrimoniales y familiares a su situación concreta, sabiendo que la familia educa más por lo que “hace” que por lo que “dice”. La familia es el ámbito donde el valor del ejemplo adquiere su dimensión más profunda.
La familia abierta a las nuevas formas debe abrirse a nuevos valores, alejados del fundamentalismo excluyente, capaces de adaptarse a los nuevos tiempos, de superar los prejuicios y de favorecer el papel fundamental de la familia en la construcción de la personalidad de los hijos y su integración en la sociedad.

La familia educa en valores para ser personas
Educar en valores para que los hijos sean personas implica una serie de características:
Considerar a cada hijo como un ser único, especial e irrepetible que es aceptado, valorado y querido por ser lo que es y como es.
Reconocer y respetar la dignidad de todos los seres humanos. Aceptar a cada persona como el valor supremo de las realidades humanas. La convivencia y la paz entre los pueblos se fundamenta en el reconocimiento general de los valores que conforman la dignidad humana.
Acompañar y guiar a cada hijo en su trayectoria vital para que descubra el lado bueno o malo de las personas y de los acontecimientos e interiorice, libre y razonablemente, su propia escala de valores.
Contemplar para cada hijo su educación integral, que potencie todos sus valores y desarrolle todas sus posibilidades.
Los hijos, antes de tomar una decisión, deben aprender a sopesar y asumir las consecuencias de la misma. Para bien o para mal, todas las decisiones humanas tienen sus consecuencias.
Educar para lograr personas libres es llevar a los hijos a su propia madurez. Para lo cual hay que respetar su personalidad, la forma de ser de cada uno; escucharlos y atenderlos en un clima de cálido afecto; poner normas, no de forma autoritaria sino que ayuden en cada momento a descubrir el camino mejor y asumirlo con responsabilidad.
Formar personas es educar para vivir en apertura hacia los demás. El ser humano es un animal social. Los padres deben educar a sus hijos en una comunidad (la familia) abierta y solidaria para ayudarlos a adquirir la capacidad de vivir en otra comunidad (la sociedad), llena de oportunidades y, también, de peligros y trampas.


Frase para recordar: “Educar es formar personas aptas para gobernarse a sí mismas, y no para ser gobernadas por otros”.

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