¿Qué
son las creencias?
Las
creencias son convicciones que consideramos verdaderas, con
existencia de pruebas o sin ellas. Suelen estar relacionadas con la
religión, aunque no siempre. Todas las religiones tienen sus propias
creencias.
Las
creencias suelen derivar en valores. Por ejemplo: Si creo que Dios
existe, esa creencia derivará en múltiples valores religiosos:
culto, alabanza, oración etc. Otro ejemplo: Si creo que todas las
personas tienen los mismos derechos y obligaciones, esa creencia
derivará en el valor de igualdad de trato sin diferencia por el
sexo, la raza, la religión, la edad, el poder económico, etc.
¿Qué
son los valores?(1)
Los
valores son conceptos con los que emitimos juicios sobre la realidad
que nos circunda.
El
ser humano tiene la “capacidad de emitir
juicios sobre la bondad o maldad de las personas, de las cosas y de
las realidades de su entorno”. Los valores, en sí mismos,
no son buenos o malos. La bondad o maldad está en la realidad, el
ser humano descubre esa realidad y le da una valoración, positiva o
negativa. Las valoraciones son múltiples porque las cosas y las
situaciones también son múltiples.
Un
mismo valor puede conducir a dos individuos a situaciones
completamente diferentes. El valor “poder” llevará a uno servir,
a buscar el bien común y a otro a buscar oportunidades de
enriquecimiento económico personal.
Antivalores
Así como hay una escala de valores, la hay también de antivalores. La
persona que se rige por los antivalores es una persona sin
escrúpulos, fría y calculadora, merecedora del desprecio, la
desconfianza y el rechazo de los demás.
Nacimiento
y desarrollo de las creencias y los valores
Vivimos
en sociedad, en ella nos movemos, vemos, escuchamos, estudiamos,
juzgamos y pensamos. Así desarrollamos una opinión, que
al considerarla verdadera y preferible, la denominamos creencia o
convicción.
De
nuestras creencias se derivan unos valores,
válidos para nosotros, aunque pueden no serlo para los que tengan
otras opiniones. Los valores provocan en el individuo la actitud
de comportamiento de acuerdo con los mismos.
Este
es el proceso: Juicio, opinión, creencia o convicción, valor,
actitud de comportamiento y acción.
Las
creencias y los valores pueden fortalecerse o tambalearse, a lo largo
del tiempo, por nuevas evidencias, nuevas experiencias o nuevos
estudios.
La
jerarquización de los valores
La
multiplicidad de valoraciones obliga al individuo a hacer una
jerarquización, un orden, una escala de valores que será la guía
de su conducta. El hecho de “hacer una escala” indica que, siendo
todos valores, unos son más atractivos que otros. Por ejemplo, “el
poder”, debe servir al bien común de las personas y no al propio
enriquecimiento; en la realidad, unos se inclinan por el bien común
y otros por el enriquecimiento personal.
Hay
valores cuyo destino es ser sacrificados en beneficio de otros más
altos; por ejemplo. El dinero debe servir a la persona, no la persona
al dinero.
Tanto
la valoración de una realidad concreta como la formación de la
escala personal de valores están siempre en función de las
circunstancias del sujeto. Un billete de veinte euros es más
valorado por un mendigo que por un millonario porque son distintas
las necesidades de uno y otro.
En
la valoración de las cosas intervienen no solo la razón y el
sentimiento sino todo el ser porque todo él está afectado por su
propia guía de conducta.
La
jerarquización de los valores indica la
talla moral de cada individuo. La educación de los hijos
dependerá de la “escala moral” que hayan interiorizado en la
convivencia con sus padres y educadores.
Los
valores más importantes para cada persona son los que le dan su
identidad y personalidad.
Los
valores humanos y los religiosos guardan su propia jerarquía. Para
los creyentes, Dios es el valor supremo por razón de su propia
entidad; pero, por razón exclusivamente temporal, los valores
humanos anteceden a los religiosos, es decir, antes somos personas y
después creyentes. Esto implica que para
ser un "buen" creyente, antes se debe ser una buena
persona. Los valores están reñidos con la simple
apariencia.
La
escala de valores
La
escala de valores se empieza a formar desde la infancia
por imitación de la conducta de los padres y educadores, y se va
haciendo más y más consciente, propia y personal a medida que
avanza la adolescencia.
La
escala de valores, una vez interiorizada, refleja la
personalidad de cada individuo y expresa los valores morales,
culturales, afectivos y sociales adquiridos por el educando y que se
han convertido en guías de su conducta coherente.
La
escala de valores es la luz que ilumina nuestros tiempos
obscuros y nuestros dilemas. Constituye la guía para tomar las
decisiones más importantes y encontrar soluciones a los problemas
cotidianos.
La
escala de valores ordena, mediante su jerarquización,
las metas a conseguir, da sentido y coherencia a las acciones diarias
y crea el ambiente propicio para que el individuo se relacione con
los demás, aportándole el sentido de pertenencia a la comunidad,
sea ésta familiar, grupal, política o religiosa. Hablar de valores
es hablar de nuestra vida, de lo que somos o queremos ser, como
individuos, como miembros de una familia o de una sociedad.
Los
valores no son simples formas de pensamiento, etéreas e
inmateriales, son mucho más, porque la forma
de pensar se constituye en valor cuando se concreta en
la forma de actuar, en formas
de vivir.
Cada
persona elige la suya y se hace responsible de la misma al escoger
los valores que la identifican.
La
escala de valores define el objetivo de nuestra vida, nos
ayuda a comprender quiénes somos, aceptarnos como somos y a
comprender y estimar a los demás, facilitando las buenas relaciones
con nuestro entorno. La escala de valores ayuda a y encontrar el
camino a seguir.
La
carencia de una escala de valores propia abandona en
el vacío al individuo y, cual veleta, propicio a merced de vientos y
criterios ajenos.
No
todos compartimos la misma escala de valores, cada ser humano se
forma la suya según los avatares de su vida. La coincidencia entre
dos escalas de valores hace que se identifiquen sus propietarios. La
no coincidencia supone que hay diferencias y menor identificación,
lo que no debe ser impedimento para la mutua comprensión en un marco
de tolerancia y de respeto.
(1) He encuadrado los valores en cuatro grupos: personales (VP), familiares (VF), cívicos (VC) y religiosos (VR). Por razón de brevedad usaré estas abreviaturas en los siguientes trabajos sobre valores. Haré una reflexión sobre algunos valores de cada grupo. Esto no significa que los valores escogidos sean los únicos de ese grupo, ni que pertenezcan solamente a dicho grupo, pues, casi todos, podrían estar en otro distinto.
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