Mi familia

viernes, 21 de diciembre de 2018

146.- ALEGRÍA Y AUTOCONTROL (VP I)




Cultivo de valores
La vida es el valor humano fundamental y la supervivencia del ser humano es la finalidad última de los valores humanos, como prueba el instinto de conservación.          Todos tendemos a mantener y desarrollar nuestros valores en la búsqueda de un creciente bienestar propio e, incluso, de la comunidad a la que pertenecemos, lo que nos catapulta en la dimensión de la universalidad de los valores.

¿Se puede vivir sin valores?
No, si se quiere vivir como personas.
Los seres humanos, aunque en grados muy diversos, reflexionan, piensan y planifican su vida, es decir, emiten juicios sobre la bondad o maldad de las personas, de las cosas y de las realidades de su entorno; así establecen sus valores y su guía de conducta.
Gran parte de los problemas del hombre de hoy radican en que muchos ponen como guía práctica y real de su vida los antivalores, aunque pretendan en su interior conservar una escala de valores. Se cumple el principio: “El que no obra como piensa, termina pensando como obra”.

Los valores personales del ser humano, en la primera etapa de su vida, apuntan a un fuerte “egoísmo”. Tanto los valores como los antivalores se aprenden, fundamentalmente, en el ámbito de la familia y se incrementan en el social.
Es frecuente y habitual observar conductas egoístas en los niños de uno a los seis años, que quieren satisfacer sus necesidades de modo inmediato, sin tener en cuenta las de los demás (porque no están todavía capacitados).
Esta conducta egoísta forma parte del normal desarrollo evolutivo para afianzar el yo personal; más tarde, el mismo desarrollo evolutivo permite refinar las habilidades sociales y crear empatía con sus semejantes.  
Esta maduración iniciada en la niñez, continúa en la infancia y la adolescencia hasta culminar en la edad adulta con la interiorización de sus valores personales, jerarquizados en su propia escala.
Hay valores personales que perduran toda la vida y otros que cambian apara adaptarse mejor a las necesidades de cada momento.
El conjunto de valores de un individuo puede resultar atrayente a otros. Surge así la afinidad y, a veces, la coincidencia en la búsqueda de un objetivo común, lo que puede dar pie a la formación de grupos: parejas, amigos, grupos deportivos o políticos.
Los valores personales atañen a la forma de ser de la persona, por eso los llamo “personales”. Son muchos, pero, por razón de brevedad, sólo hago mi reflexión, en este artículo, sobre la alegría y el autocontrol,  dejando para los dos siguientes la autoestima, coherencia, pertenencia y responsabilidad.

ALEGRÍA: La segunda acepción del Diccionario define la alegría como el “estado de ánimo habitual del que se siente bien en la vida”.
Alegría de vivir es amar la vida y reflejar esta emoción en todas nuestras acciones. Es un valor a adquirir e incorporar a nuestra manera de ser, a nuestra personalidad.
El sentido de la alegría, de la fiesta y de la esperanza son el mejor antídoto contra el desencanto, la frustración y el escepticismo; los atacados por estos antivalores “están de vuelta de todo” y “pasan de todo”; vivir el desencanto es vivir en la tristeza y carecer de alegría.
El sentido de la alegría no es escabullirse de las responsabilidades y dificultades de la vida, sino afrontarlas con entusiasmo, ocuparnos en buscar soluciones y no vivir amargados por lo que no depende de nosotros.
Ocúpate con alegría en todo lo que de ti dependa y despreocúpate de lo que no dependa de ti. Vivir con alegría es sembrar optimismo y positividad, ver siempre el lado bueno de las cosas.
La familia es el ámbito adecuado para que los padres vivan en alegría y la contagien a sus hijos. ¡Felices los padres que saben hacerlo!

Frase para recordar: “Gran ciencia es engendrar alegría porque, sin ella, toda existencia es baldía”.

AUTOCONTROL: Es la capacidad de la persona para controlar sus emociones e impulsos.
Los seres humanos queremos llevar las riendas de nuestra vida, lo que implica poseer un elevado índice de autodominio.

El autocontrol se adquiere
Es un valor que adquiere forma a medida que el ser humano crece en edad y en inteligencia y se hace más responsible, autónomo y maduro.
Al autocontrol se accede por dos sendas:
1ª Senda: El conocimiento objetivo de uno mismo
Para lograr un conocimiento realista y objetivo de uno mismo es imprescindible la autorreflexión. Vivimos abocados al exterior, siempre mirando hacia fuera, con olvido de nuestra realidad interior.
La reflexión sincera y profunda escudriña los sentimientos, los valores y las actitudes, da paz al espíritu y nos hace conocer nuestra propia realidad que, contemplada desde nuestra escala de valores, servirá de referencia para nuestra conducta.
A veces nos quejamos de la ausencia de valores en el mundo de hoy, pero olvidamos que esa carencia se debe a que no se cultiva la vida interior, la autorreflexión. Nos conocemos mal o no nos conocemos porque preferimos engañarnos a nosotros mismos antes que enfrentarnos a nuestra realidad interior.
Preferimos seguir sin valores, sin convicciones, cual veletas fáciles de manipular movidas por los antivalores de la ambición, las riquezas, la fama o el afán de aparentar.
La reflexión permite descubrir las cualidades relevantes, las que refuerzan la autoestima e impulsan a la realización de nuestros sueños, las que nos libran del desánimo y la autocompasión al contemplar nuestras limitaciones.
Permite averiguar lo que podemos y lo que no podemos hacer para nuestros ideales, apoyados en los valores que vamos descubriendo.
Permite también descubrir los contravalores, las carencias y limitaciones, y posteriormente, analizarlas y canalizarlas para lograr que no sean un obstáculo.
2ª Senda: El poder de la mente sobre los impulsos.
Es cuestión de ejercitarse. Pensar antes de hablar y actuar, no permitir que los sentimientos excitados te saquen de quicio. Con voluntad firme y decidida se puede lograr.
Si se logra una vez, se puede lograr otra y otra...hasta convertirlo en hábito. Se trata de convertir los posibles fracasos en peldaños para subir la próxima vez, y no usarlos para bajar.
La serenidad, la calma y el poder mental, activados por la relajación, harán posible la objetividad y el juicio sereno. Contra la ansiedad, el nerviosismo y la tensión, activemos la relajación física y mental, que es el antídoto natural más efectivo.

Frase para recordar: “Si estás disgustado, antes de hablar, cuenta hasta diez y hasta cien si estás colérico”


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