Mi familia

lunes, 5 de septiembre de 2011

66.- LOS ESPOSOS Y SUS RESPECTIVAS FAMILIAS

 LOS ESPOSOS Y SUS RESPECTIVAS FAMILIAS

“Corona del anciano son sus hijos y nietos; los hijos son la honra de sus padres” (Prov 17,6)
Ya desde el noviazgo, pero, sobre todo, cuando están recién casados, los esposos deben abordar el tema de las relaciones con sus respectivas familias de origen, y hacerlo con suma delicadeza y claridad.
Nunca los hijos deben olvidar lo mucho que sus padres han hecho por ellos a lo largo de su vida. Aquello de “amor con amor se paga”, pocas veces, o ninguna, se podrá aplicar con mayor exactitud que entre padres e hijos.
Nada más grato y más justo que los hijos correspondan con amor, respeto y ayuda, si fuese necesaria, al amor, solicitud y desvelos que los padres tienen y han tenido por ellos.
No podemos, por otra parte, olvidar que los mayores “desarrollan la preciosa misión de ser testigos del pasado e inspiradores de sabiduría para los jóvenes” (FC 27), sus nietos, nuestros propios hijos.

Papel de los padres ante los hijos casaderos o ya casados
En esta sociedad deshumanizada, el papel de la suegra cotiza muy a la baja; sin duda, que las hay maravillosas (¿pocas?), pero también las hay muy dominantes, que más bien se parecen a sargentos de primera, que no se contentan con aconsejar, sino que imponen sus criterios y sus puntos de vista  a sus hijos e hijas y, por extensión, a sus respectivos cónyuges.
Las suegras tienen mala prensa debido a este pequeño grupo que no aconseja sino que impone.
 ¿Qué cabe esperar de las suegras?
Lo que voy a decir vale también para los suegros, aunque normalmente ellos no suelen  inmiscuirse tanto en estas cosas.
Es bueno y deseable que los padres aconsejen a sus hijos e hijas por casar y recién casados, que les abran los ojos, como se suele decir, y les hagan ver los pros y los contras de las decisiones que vayan a tomar.
Se trata de consejos no de una imposiciones.  Una vez dado el consejo, se acabó la intervención de los padres en la cuestión. Los hijos, para bien o para mal, oídos los consejos de los padres y de las personas que les quieren, deben tomar la decisión que estimen más conveniente, incluso, corriendo el riesgo de equivocarse.
Sólo los esposos son los artífices y los responsables de su hogar y de todo lo que en él acontezca. Los padres y demás familiares deben comprenderlo y asimilarlo.
Toma de decisiones relativas a su hogar
Los esposos, desde la profundidad de su amor, deben incrementar el diálogo que les lleve a la unidad de criterio en la toma de decisiones. Desde esa fuerte unidad de criterio, con toda delicadeza, respeto y amor, deben hacer comprender a sus padres la nueva situación. Por nada del mundo deben romper su unidad de criterio que será base imprescindible de su armonía conyugal.
No es faltar al respeto, ni al amor debidos a sus padres, decirles que ellos aceptan sus consejos, pero que no se los impongan, ni se enfaden si, sopesado todo, ellos toman otra decisión.
Ejercer su propia responsabilidad es clara señal de su madurez para afrontar la independencia matrimonial. Esto debería contentar a sus padres y no ser motivo de disgusto porque no hayan seguido sus consejos. El disgusto supone que pretendían imponer, no aconsejar.
Visitas de los esposos a los hogares de sus padres
Podemos decir que, por desgracia, estas visitas suelen ser motivo de discrepancias matrimoniales. Me atrevo a indicar unos principios para soslayar las dificultades.
Las visitas a los antiguos hogares de ambos esposos deben ser afectuosas y equilibradas.
Afectuosas, porque no van a la casa de personas extrañas, sino de sus padres; da igual que sean los de él o los de ella; a todos se les debe por igual cariño y afecto. Es lógico que cada uno tenga más confianza con los suyos, pero sin merma del afecto general.
Equilibradas, en la duración y en la frecuencia. No es cuestión de medir, cronómetro en mano, sino de usar el sentido común y la prudencia para no discriminar a ninguna de las dos.







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