1.-
EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
El
AT emplea la palabra
“shalom”.
El saludo hebreo shalom
y el árabe salam
significan
“paz” o “la paz esté contigo o con vosotros”.
Se
emplea en
muy diversos sentidos:
Bienestar:
La
paz bíblica no es sólo el “pacto” que permite una vida
tranquila, ni el “tiempo de paz” por oposición al tiempo de
guerra, sino que designa el binestar de la existencia cotidiana, el
estado del hombre que vive en armonía con la naturaleza, consigo
mismo (1)
y con Dios.
Felicidad:
“Tener
buena salud” y “estar en paz” son dos expresiones paralelas;
para preguntar si uno se
encuentra
bien, se dice: “¿Está en paz?”
José
pregunto a sus hermanos: “Vuestro
anciano padre, ¿está bien? ¿Vive todavía”
(Gen 43, 27)
Yavé
dijo a Abraham“tú irás a reunirte en paz con tus padres”
(Gen15,15) y “murió en una senectud buena, anciano y
lleno de días” (Gen 25,8)
Seguridad,
no temer a los enemigos, “ninguno de sus enemigos pudo
resistirles” (Josué 21,44). En tiempos de paz se ejercerá la
justicia, “de sus espadas harán azadas y de sus lanzas hoces”
(Miq 4,3)
Concordia
en la vida fraterna: mi familir, mi amigo, es “el hombre de mi
paz” (Salmo 41,10)
Confianza
mutua, confirmada con una alianza o un pacto de
buena vecindad. “A tí y a tu pueblo paz, hijo de
Isaí. Paz, paz a tí y a cuantos te ayudan, pues te ayuda tu Dios”
(1 Par 12,17)
El
“deseo de paz” abarca
todos los bienes materiales y
espirituales. Díjole
Yavé: La paz sea contigo” (Jue 6,23); “El anciano le
dijo: Sea contigo la paz, yo te proveeré de cuanto te sea necesario”
(Jue 19,20)“Tuve envidia de los insensatos, viendo la paz
(prosperidad) de los impíos” (Sal 73,3)
Los
justos”prorrumpirán
en acción de gracias: Paz, paz al que está lejos y al que está
cerca” (Is 57,19); “los humildes poseerán la tierra y
gozarán de una paz insondable” (Sal 37,11);“hay porvenir
para el hombre pacífcio” Salmo 37,37).
Por el
contrario, “no hay paz (tranquilidad)
para los impíos, dice Yavé” (Is 57 21), “la posteridad
de los malvados será extirpada” (Sal 37,38).
La paz no
es sólo ausencia de guerra, es plenitud de dicha.
La
paz es, ante todo, UN DON DE DIOS. Si
al principio la paz era concebida como felicidad terrenal, pronto
aparece como un bien espiritual.
Gedeón
construye un altar a “Yavé Salom”
(Jue 6,24), “el que da la paz”
(Is 45,7); “Ensalzado
sea Yavé, que se complace en la paz de su siervo”
(Sal 35,28);”en paz me
duermo...porque Tú sólo, ¡oh Yavé!,
me haces reposar confiadamente”
(Sal 4,9). “Vivan
en paz los que te aman” (Sal
122,6)
El
profeta Isaías anuncia que “el
príncipe de la paz… dará una paz ilimitada”
(Is 9,5-6) y
pagará el
precio de la
paz con su
sacrificio.
Finalmente,
el libro de la Sabiduría habla de la paz como retribución última:
“Las
almas de los justos están en las manos de Dios...a los ojos de los
insensatos parecen muertos… pero están en paz”
(Sab
3,1ss), es decir, en la plenitud de los bienes espirituales,
en la bienaventuranza.
2.-
EN EL NUEVO TESTAMENTO
La
esperanza de los profetas se hará realidad en Jesucristo, “el
príncipe de la paz”.
En
su nacimiento, un coro de ángeles canta: ”Gloria a Dios en las
alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (Lc
2,14)
En
la antrada triunfal de Jesús en Jerusalén, poco antes de su pasión,
la muchedumre canta: “Bendito el que viene en nombre del Señor,
paz en el cielo y gloria en las alturas” (Lc 19,38).
Jesús,
durante los años de su vida pública, predicó la paz:
“Bienaventurados los pacíficos porque serán llamados
hijos de Dios” (Mt 5,9)
Jesús
dio la paz a la hemorroísa. “Hija, tu fe te ha salvado, vete
en paz” (Lc 8,48) I a la pecadora arrepentida: “Tu
fe te ha salvado, vete en paz” (Lc
7,50).
Jesús
envió
a los apóstoles y discípulos a predicar el reino de Dios y les
hizo esta recomendación:
“Al entrar en las casas, saludad. Si la
casa fuere digna, vendrá sobre ella vuestra paz”
(Mt 10,12-13). “En cualquier casa que entréis,
decid primero: La paz sea con esta casa”
(Lc 10,5)
Pero,
Jerusalén no acogió el mensaje de paz y Jesús lloró ante la
ciudad (Lc 19,41)
Saludos
de paz
El
apostol Pablo saluda a los romanos:“la gracia y la
paz sea con vosotros de parte de Dios” (Rom 1,7) y a los
filipenses: “La paz de Dios guarde vuestros corazones y vuestros
pensamientos” (Flp 4,7).
Lo
mismo hace el apóstol Pedro: “La gracia y la paz os sean
multiplicadas” (1 Pe 1,2) y el apóstol Judas Tadeo: “La
misericordia, la paz y la caridad abunden más y más entre vosotros”
(Jds 1,2)
¿Cómo
es la paz de Cristo?
Jesús
da una paz diferente a la ofrecida por el mundo, “la paz os
dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como la da el mundo” (Jn
14,27)
El
mundo del mal
se hace visible en las personas que alzan su voluntad
rebelde contra Dios; es un mundo de tinieblas (Ef 6,12); un mundo
mentiroso que reduce al ser humano a servidumbre (Gal 4,3) “mirad
que nadie os engañe con vanas falacias fundadas.. en los elementos
del mundo” (Col 2, 8)
En
el mundo del mal están los asesinos, los señores de la guerra, los
tiranos, los traficantes de personas o de droga, los esclavistas, los
corruptos, los pederastas, los ladrones con o sin guante blanco, los
usureros, los que engañan con falsas promesas, etc.
El
espíritu del mundo del mal se opone al Espíritu de Dios, “todo
espíritu que no confiese a Jesús, ése no es de Dios” (1 Jn
4,3).
El
mundo del mal no puede dar al ser humano ningún valor seguro porque
cuanto le rodea es pura apariencia que sóĺo puede dar una felicidad
transitoria
La
paz que da este mundo del mal, hecha de prosperidad material, de
seguridad engañosa y de tristeza mortal,
acumulado
todo ello desde
sus
orígenes, es la
antítesis de la verdadera paz que sólo Cristo puede dar.
Lo
trágico de nuestro destino es que, por nacimiento, pertenecemos a
este mundo lleno de egoísmo, odio e incredulidad. Todos, de una u
otra forma, en un grado mayor o menor estamos involucrados en este
mundo. Nadie está libre de pecado.
Dios,
como Padre, ama a todos sus hijos y detesta todas las maldades que
cometen; como prueba de ese amor, envía a su Hijo Unigénito al
mundo para que busque a los descarriados y les ofrazca la posibilidad
de volver a la casa paterna, donde serán tratados no como malvados
sino como hijos adoptivos del Padre.
La
única condición es que se arrepientan de corazón de todas su
maldades. Dios ofrece, no impone. El ser humano es libre para aceptar
o rechazar.
Para
los que aceptan, existe otro mundo:
El
mundo renovado por Cristo.
“Tanto
amó Dios al mundo que le dió a su Hijo único” (Jn
3,16). Cristo ofrece la paz al mundo convulso por la maldad que le
corroe.
El
mundo renovado se manifiesta en todos los que, arrepentidos de sus
maldades, siguen la luz que el Hijo único de Dios ha traído al
mundo.
Jesús
“es la luz verdadera que, viniendo a este mundo, ilumina a todo
hombre...pero el mundo no le conoció y los suyos no le recibieron.
Mas a cuantos le recibieron les dio el poder de llegar
a ser hijos de Dios” (Jn 1,9-12)
“Jesús
no es de este mundo” (Jn 8,23), tampoco “su reino es de
este mundo” (Jn 18,36).
El
mundo del mal odia a Jesús, “si el mundo os aborrece, sabed que
me aborreció a mí antes que a vosotros” (Jn 15,18), a pesar
de que he venido para darle la vida (Jn 6,33) y la salvación (Jn
12,47).
El
odio del mundo del mal hacia Jesús provocó su condenación a
muerte, “los príncipes de los sacerdores y sus
servidores gritaron, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!”
(Jn 19,6) y Jesús, en un acto de amor supremo, se entregó a la
voluntad del Padre. “Jesús oraba diciendo: Padre, si quieres,
aparta de mi este cáliz; pero no se haga mi voluntad sino la tuya”
(Lc 22,42).
Y
Jesús fue crucificado, entregó su vida para dar vida al mundo (Jn
6,51), muriendo “quitó el pecado del mundo” (Jn 1,29).
Jesucristo,
ciertamente, es el príncipe de la paz. En la Sagrada Escritura, hay
un texto que, tomado literamente, produce escalofríos, dice:
“¿Pensáis que he venido a traer la paz a la tierra? Os digo que
no, sino la disensión. Porque en adelante… se dividirán el padre
contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y
la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra
la suegra” (Lc 12,52-53)
Para
entenderlo hay que entender que los personajes en disensión
pertenecen a mundos distintos, unos al mundo del mal y otros al mundo
renovado por Cristo que vino al mundo a buscar a los pecadores y
ofrecerles la salvación que ganó con su muerte en la cruz.
Los
cristianos no somos del mundo del mal (Jn 15,19; 17,17), pero
estamos en él, (11,11); “justificados por la fe en
Jesucristo, estamos en paz con Dios” (Rom 5.1), que es “Dios
de amor y de paz” ( 2Cor 13,11) y debemos dar testimonio y
trabajar para que el amor y la paz se extiendan por el mundo. “El
reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el
Espíritu Santo. Por tanto, trabajemos por la paz” (Rom
14,17.19
(1)
Este aspecto de la paz lo trataré en el próximo trabajo: LA PAZ
COMO VALOR PERSONAL.
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