ÍNDICE
Introducción
LA
PAZ COMO VALOR RELIGIOSO
1.-
¿Son violentas las religiones por su propia naturaleza?
2.-
Tolerancia frene a fanatismo
3.-
Necesidad de reflexión
4.-
Necesidad de diálogo
LA
PAZ COMO VALOR RELIGIOSO
1.-
¿Son violentas las religiones por su propia naturaleza?
La
historia enseña que las religiones, en
muchos lugares y tiempos, han sido represivas del hombre y de los
pueblos; que, en nombre de Dios, se han promovido numerosas guerras,
persecuciones y atentados; se han cometido crímenes horrendos y
actos violentos que han acabado con la vida de millones de seres
humanos.
No
dede extrañar que una parte no creyente de la sociedad opine que
toda religión genera fanatismo e intolerancia. Esto mismo sucede con
toda clase de creencias, sean religiosas, políticas o económicas.
Por
otra parte, las religiones han sido y son un factor esencial para dar
respuesta a preguntas esenciales: el sentido de la vida, el problema
del mal, del dolor, la enfermedad, la muerte, el más alla etc.
Las
religiones monoteístas condenan de forma explícita los crímenes
del pasado y del presente; por tanto, hay que buscar la causa de
esta violencia no en las religiones sino en el fanatismo de los
grupos extremistas nacidos en las religiones.
El
fanatismo es una desviación puntual de la auténtica religión; de
hecho, los más perseguidos y perjudicados por el fanatismo religioso
pertenecen a su misma religión. El fanatismo musulmán ha creado un
gran conmoción en el mundo; buscando su propio beneficio, y lo
cierto es que han matado a muchos más musulmanes que a gente de
otros credos.
2.-
TOLERANCIA FRENTE A FANATISMO
La
tolerancia es una actitud, basada en la libertad e
igualdad de todos los seres humanos, para conseguir una convivencia
pacífica y salvaguardar ls derechos humanos.
La
actitud de tolerancia está en el comienzo de la civilización
occidental y la
libertad de conciencia es uno de sus pilares fundamentales. La
libertad de conciencia lleva a la libertad de pensamiento y de
opinión. Viene muy bien reflexionar sobre la célebre frase: “odio
lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.
Las
diferencias personales en la concepción religiosa no pueden ser
motivo de violencia, como han sido, a lo largo de los siglos, dando
lugar a las persecuciones religiosas y las guerras de religión. ¡Es
una enorme aberración perseguir y matar a seres humanos en nombre de
Dios!
Las
religiones han demostrado un gran potencial destructivo; pero también
disponen de un inmenso poder constructivo, que deben aprovechar.
El
mundo está globalizado y, por tanto, si son globales los problemas
también deben ser globales las soluciones.
Las
religiones tienen la enorme responsabilidad de unirse, de cara al
futuro, en la defensa de la dignidad de la persona y ofrecer
actitudes y horizontes que den sentido al vacío de la sociedad. Lo
importante no es preguntarse si el que sufre tortura, maltrato o
marginación es budista, cristiano, judío o hindú, nacional o
extranjero, sino si es ser humano y se le ayuda y se es solidario con
él. Sólo las unión y actuación conjunta de las religiones dará
veracidad a sus palabras.
La
Iglesia católica y las iglesias cristianas en su conjunto, aceptan
la separación entre la Iglesia y el Estado y que la convivencia se
base en un sistema de leyes humanas aprobadas de forma democrática.
Es
un buen camino para contener los excesos que la interpretación
fundamentalista produce en los países teocráticos cuyas leyes se
basan en la ley religiosa, como en los países islámicos con la
sharía.
El
fanatismo
fundamentalista
es una
actitud que pretende
imponer por la fuerza su
propia verdad: se creen
poseedores de la verdad absoluta y postulan la
aplicación
literal de la doctrina contenida en los libros sagrados,
tanto en la vida pública como en la privada, no admitiendo
interpretaciones contextuales, actualizaciones o perspectivas
modernas.
El
fanatismo fundamentalista olvida que la religión para ser verdadera
debe comprometerse a respetar y defender los derechos de todas las
personas y no sólo los de las afines a su actitud.
El
fanático actúa por un impulso ciego e irracional que le impulsa a
ser intolerante con todo el que no camparte
su opinión o creencia. El
fanatismo empuja a cometer el delito sin remordimiento.
En
concreto, el fanático
islámico parte de tres supuestos:
1
El Islam fue glorioso en tiempos pasados gracias a la
observancia estricta de la sharia.
2
Occidente, paradigma de perversión y de corrupción
moral, arruinó aquel esplendor del pasado.
3
La caída de Occidente permitirá que el Islam lo recupere.
La
consecuencia más grave ha sido la guerra
santa
(la
yihad),
es decir, la cruzada histórica del islam por extenderse en todo el
mundo y, desde su óptica, recuperar la parte del mundo que Occidente
ha corrompido.
3.-
NECESIDAD DE REFLEXIÓN
La
verdad no es propiedad exclusiva de ninguna religión sino que todas
la poseen, en uno u otro grado.
Los
creyentes de las diverssas religiones (y también los no creyentes)
estamos llamados a una profunda reflexión sobre la violencia que nos
rodea.
Toda
religión necesita hacer autocrítica porque ninguna
está libre de culpa.
Toda
religión necesita entonar el “mea culpa y pedir
perdón” por sus hechos violentos del pasado.
Toda
religión necesita dar carta de ciudadanía a los derechos
y valores humanos: dignidad del ser humano, libertad de fe, de
conciencia y de religión, igualdad del hombre y de la mujer en
derechos y obligaciones, etc.
Toda
religión necesita ser
pensada, estudiada y conocida para ser asumida; de lo contrario será
una religión más o menos practicada, pero, sin el convencimiento
adquirido por la reflexión.
De
la ayuda de Dios, solicitada
en la oración, y de la
reflexión saldrá la luz
para conocer
el devenir histórico de cada religión y
cómo ha evolucionado pasando de la violencia a la tolerancia,
mientras algunos de sus miembros siguen anclados en los modelos
históricos violentos de los primeros tiempos. Quien pueda entender,
que entienda.
4.-
NECESIDAD DE DIÁLOGO INTERRELIGIOSO
Los
representantes más cualificados de las diversas religiones deben
sentarse a dialogar para que todos se conozcan mejor, para que cada
uno manifieste sus reflexiones y escuche las de los demás y para que
todos puedan abandonar los mutuos recelos, las descalificaciones, el
miedo, la desconfianza y el odio al que piensa de modo diferente.
Ninguna
religión puede arrogarse ser poseedora de la verdad absoluta y tener
derecho a juzgar a las demás. Todo diálogo serio debe buscar los
puntos de coincidencia y no resaltar las diferencias.
El
gran obstáculo para el diálogo interreligioso es, el
fundamentalismo que eleva su religión a la categoría de verdad
absoluta y, en consecuencia, pretende aplicar literalmente el
contenido de los libros sagrados e imponerlo a todos los demás.
El
cristianismo, como religión hegemónica en el mundo, debe tomar la
iniciativa y buscar el encuentro con las demás religiones como base
para el encuentro político. La paz religiosa debe servir de base a
la paz política, a la paz mundial. Posiblemente, éste sea el camino
adecuado.
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