ÍNDICE
¿Qué
es la esperanza cristiana?
1.-
ESPERANZAS TERRENALES
2.-
LA ESPERANZA EN EN ANTIGUO TESTAMENTO
2.1.-
Yavé-rey
2.2.-
Los reyes de Israel gobiernan en nombre de Yavé
2.3.-
El Mesías, el Ungido, el Hijo de David
2.4.-
Las consecuencias del exilio no se hicieron esperar
2.5.-
La esperanza de Israel
3.-
LA ESPERANZA EN EL NT
3.1.-
¿Quién es Jesús?
3.2.-
En Jesús se cumplen las promesas de Dios
4.-
FASES DEL REINO DE DIOS
4.1.-
Primera fase: Presentación del Reino
4.2.-
Segunda fase: Aceptación del Reino
4.2.1.-
¿Qué implica la aceptación del Reino?
4.2.2.-
LA RELACIÓN PERSONAL CON CRISTO
4.3.-
Tercera fase: El testimonio
4.4.-
Cuarta fase:La plenitud del Reino
La
esperanza cristiana es el anhelo del encuentro definitivo con Cristo,
mientras disfrutamos de los encuentros cotidianos con Él, en la
oración, en la Eucaristía, en la meditación de la Palabra o en la
acogida y ayuda a los necesitados.
1.-
ESPERANZAS TERRENALES
La
esperanza, en
cuanto valor humano, responde
al deseo de felicidad que anida en el corazón de todos los hombres
y mujeres, impulsa sus actividades humanas para lograr las
metas deseadas y protege del desaliento y preserva del
egoísmo.
Toda
esperanza terrena lleva en sí misma el sello de la caducidad. El
poder, las riquezas, el trabajo, los honores, la
belleza, la diversión, etc., pasarán porque son
realidades fugaces que, en el mejor de los casos, solo duran mientras
dura la vida. Pero, la precariedad no sofoca la esperanza, al
contrario, la lanza hacia su consecución, como la cercanía de la
meta impulsa al corredor a un mayor esfuerzo, a pesar del cansancio.
2.- LA
ESPERANZA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO (AT)
2.1.-Yavé-rey
La
realeza divina es una idea común a todas las religiones del antiguo
Oriente. Dios es el rey y elrey humano ejercerá la
realeza en su nombre. Yavé-rey no aparece desde
el principio del AT. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob no se presenta
como rey; figurará como tal tras la conquista de Canaán. Tras
la victoria de Gedeón contra los madianitas, las gentes de Israel
quieren hacerle su rey y él les responde: “No
reinaré yo sobre vosotros, ni reinará tampoco mi hijo, Yavé será
vuestro rey” (Jue
8,23).
Empieza
a nacer la idea monárquica en Israel. Las palabras de Gedeón no
significan que rechace la realeza, sino que quiere ejercerla en
nombre de Yavé.
La
idea fundamental de Yavé-rey se expresa de diferentes
maneras: “Yavé
tiene su trono en el cielo” (Sal
11,4). “Su
reino domina todo el universo” (Sal
103,19). “Yavé
es el gran rey sobre toda la tierra” (Sal
47,3). Yavé reina sobre todas las naciones “Yavé,
tú eres grande y poderoso es tu nombre, ¿quién no te temerá,
Rey de las naciones? (Jer
10.6-79).
2.2.- Los reyes
de Israel gobiernan en nombre de
Yavé
En
el AT Dios actuó directamente o por medio de sus
enviados, a los que ungió previamente para
que pudiesen realizar su misión como reyes, profetas
o sacerdotes. Con la institución de la monarquía mediante
la elección de Saúl (1Sam 10,24), el reino de Yavé adquiere un
soporte temporal, un reino humano. El profeta Samuel ungió a
Saúl (1Sa 10,1) y a David (1Sa 16,13); Jehú fue ungido por el
profeta Eliseo (2Re 9,6) y Salomón por el sacerdote Sadoc (1Re
1,39). El rey es el “ungido” de Yavé, una persona
sagrada a la que se le debe un respeto religioso (1Sa 24,7 y
26,9.11.16.23).
El
gobierno de Israel es teocrático, sólo Yavé gobierna a su pueblo
y, de cuando en cuando, suscita legados suyos a los que encomiendo
funciones de gobierno. Yavé reside en Sión (Sal 48,3);
desde allí les bendice (Sal 134,3), los guía, protege y reúne,
como hace el pastor con su rebaño (Sal 80). Yavé reina sobre
Israel, pero quiere que su pueblo reconozca su reinado de forma
efectiva por la observancia de la ley.
Deben servir a Yavé, como el mismo David recomendó a sus
hijos guardad
y observad todos los mandamientos de Yavé, vuestro
Dios” (1Par
28,8); así Yavé mira como hijos a los descendientes de David “Yo
seré para él padrey él será para mí hijo”(2Sam
7,14)
A
pesar de todo, la experiencia de la monarquía teocrática es un
tanto ambigua: el reinado de Yavé no coincide con las ambiciones
humanas de los reyes; los profetas insisten, una y otra vez, en la
necesaria subordinación del orden humano al religioso, reprochan a
los reyes sus pecados y les anuncian los castigos que han de venir,
que culminarán con la caída de la dinastía davídica.
2.3.- El
Mesías, el Ungido, el Hijo de David.
La
felicidad que espera Israel, en cuanto pueblo, es terrenal
y colectiva y se orienta hacia el“Ungido
de Yavé”.
Cuando
Jacob bendice a sus hijos, dice a Judá: “no
faltará de Judá el cetro, ni el báculo de entre sus pies, hasta
que venga aquel de quien es” (Gen
49,10). Es decir, hasta que venga aquel a quien está destinado por
Yavé. Este versículo contiene la promesa de un Ungido, un Mesías
vinculado a Judá.
Esta
promesa mesiánica será
vinculada después a David, de cuya dinastía perpetua saldrá el
Mesías (2Sa 7,27). El profeta Miqueas indica el sentido mesiánico
de esta promesa: “Y
tú, Belén, tierra de Efratá, aunque eres la menor entre las
familias de Judá, de tí ha de salir aquel que ha de dominar en
Israel y cuyos orígenes son de antiguo, de días de muy remota
antigüedad”
(Miq 5,1ss).
Miqueas
piensa en los orígenes de la dinastía del rey David que era de
Belén. El evangelio de San Mateo (2,6) copia la frase de Miqueas y
la aplica al Mesías, Hijo de Dios.
“De
Egipto llamé a mi hijo” (Os
11,1 y Mt 2,15). El profeta Oseas habla de Israel, pero San Mateo la
aplica al Mesías, Hijo de Dios.
El
Salmo 2, habla de la rebelión de las gentes contra Yavé y su
Ungido, al que llama “su
Hijo”(2,8), entronizado
en Sión como rey universal, “se
reúnen los reyes de la tiera y a una se confabulan los príncipes
contra Yavé y contra su Ungido”
(2.2)
La
palabra “ungido”, en el
AT, se aplica sobre todo al rey que es consagrado por la unción para
la misión de lugarteniente de Yavé; el rey es “el
ungido de Yavé” (2Sa
19,22), al que todo israelita debe un respeto religioso. Instaurada
la dinastía de David, la esperanza de Israel se centra en cada uno
de sus descendientes, considerados “mesías” por los que Yavé
quiere cumplir sus designios sobre su pueblo elegido.
Israel
tiene certeza de la protección de Yavé sobre el rey, su
ungido “(Yavé)
me libra de mis enemigos, me hace superar a los que se alzan contra
mí” (Sal
18,49). Por eso, es grande su desconcierto cuando, en el año 586 a.
C., Nabucodonosor II, atacó a Jerusalén, la capital del Reino de
Judá, demolió sus murallas, quemó el Templo y el palacio real,
tomó cautivo al rey Sedecías (2 Re 25,7), junto con lo más selecto
de la población y los condujo a la ciudad de Babilonia,
2.4.- Las
consecuencias del exilio no se hicieron esperar
En
el primer instante, los judíos sufrieron una inmensa tristeza por la
pérdida de su reino y de su independencia.
Con
el paso de los años, los exiliados se dieron cuenta de su situación:
Estaban como estaban por haber desobedecido los mandamientos de Yavé.
Esto
los llevó al arrepentimiento, a la aceptación de Yavé como único
Dios y al rechazo de toda clase de idolatría. Tomaron conciencia de
que esta es su identidad, la cual los convierte en un pueblo
separado, distinto a sus vecinos politeístas.
Establecieron
las sinagogas como lugares de culto, de oración, de alabanza y de
estudio de la Thorá.
Creció
un profundo anhelo por la llegada del Mesías, anunciado por los
profetas, que establecería el reino judío sobre la Tierra.
2.5.- La
esperanza de
Israel
Derrumbada la dinastía real
israelita, los guías religiosos miraron a los profetas que, en
sus vaticinios, reservaron un lugar al rey futuro, el Mesías, Hijo de
David.
“Yo
reuniré los restos de Israel, los congregaré como ovejas en el
aprisco” (Miq
2,12). Yo, cual pastor fiel, “iré
a buscar a mis ovejas y las reuniré” (Ez
34,11). En Sión será anunciada la buena nueva: “Tu
Dios reina” (Is
52,7) y este reinado se extenderá progresivamente a toda
la tierra“Reinará
Yavé sobre toda la tierra” (Zac
14.9).
Aparecen
los primeros indicios de una esperanza ultraterrena; la esperanza de
los sabios se hace personal y orientada hacia el mundo
venidero: la paz y la inmortalidad del justo (“El
justo, si muriese prematuramente, estará en la paz” (Sab
3,7), (“su
esperanza está llena de inmortalidad”(Sab
3,4).
A
la llegada de Jesús, en Israel conviven diversas formas de
esperanza: Se espera un porvenir a la vez material y espiritual,
centrado en Dios y en Israel, temporal y eterno. Este porvenir será
purificado y se realizará en Jesús de Nazaret.
3.- LA
ESPERANZA EN EL NT
Los
seres humanos siempre estamos a la espera de algo. Tenemos la
esperanza de encontrar un buen trabajo, obtener resultados excelentes
en los estudios, hallar la persona amada, alcanzar la plena
realización de nuestras vidas, etc. etc. La persona que no
tiene esperanza está psicológicamente muerta.
3.1.-
¿QUIÉN ES JESÚS?
3.2.- En
Jesús se cumplen las promesas de Dios
En
su nacimiento, es anunciado como el Mesías prometido a Israel: “Os
ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador que es el
Mesías” (Lc
2,11). El nacimiento de Jesús inaugura un Reino nuevo que da la
esperanza de la vida eterna a la humanidad.
“Vino
a Nazaret... entró en la sinagoga... Le entregaron el volumen del
profeta Isaías y ... halló el pasaje (1) donde
estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha
ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a
proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para
dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del
Señor... Comenzó a decirles: Esta Escritura, que acabáis de oír,
se ha cumplido hoy” (Lc
4,16-21)
Los
discípulos de Juan el Bautista preguntaron a Jesús: “¿Eres
tú el que ha de
venir o hemos de esperar a otro? Jesús les respondió: Id y referid
a Juan lo que habéis visto y oído:
los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan
limpios, los
sordos oyen, los muertos son resucitados y los pobres son
evangelizados” (Mt
11,2-5)
El
el momento de su bautismo por Juan “Dios
le ungió con el Espíritu
Santo y con poder” (Hch
10,38) “para
que fuese manifestado a Israel” (Jn
1,31) como Mesías.
Fue
llamado con el título mesiánico “Hijo
de David”, por
dos ciegos (Mt 9,27 y 20,30), por la muchedumbre (12,23), por
una mujer cananea (15,22)
El
mismo Jesús aceptó el nombre de “Mesías” hablando con la mujer
samaritana (Jn 4,25-26 y con Marta, que le contestó: “Sí,
Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios” (Jn
11,27)
4.-
FASES DEL REINO DE DIOS
El
Reino de Dios se desarrolla en fases sucesivas:
presentación, aceptación, testimonio y
plenitud.
4.1.-
Primera fase: Presentación del Reino
Jesús
se presenta como
el enviado del Padre: “El
que me envió está conmigo”(Jn
8, 29); el que da conocer los secretos del Padre ”todo lo
que oí de mi Padre os lo he dado a conocer” (15,15);
Jesús es “la
luz del mundo” (8,12); “el
camino, la verdad y la vida” (14,6);
“ Yo
soy la puerta, el que entre por mí se salvará” (10,9)
Jesús
predica el Reino de Dios. “Reino
de los cielos” lo
llama San Mateo (5,3), y San Marcos usa la expresión
equivalente de “Reino
de Dios” (1,15).
El
Reino de Dios se instaura por la predicación. Juan el Bautista
predica: “Arrepentíos,
porque está cerca el reino de los cielos” (Mt
3,2).
Jesús abunda en
la misma idea: “Arrepentíos,
porque se acerca el Reino de Dios” (Mt
4,17) y“recorría
ciudades y aldeas…
predicando
el evangelio del Reino” (9,23)
Jesús
predica en forma de parábolas: El
sembrador (Mt 13,1-23); la cizaña (24-30); el grano de mostaza
(31-32); el fermento (33-34); el tesoro y la perla
(44-46); la red (47-52); la oveja perdida (Lc 15,3-7); el
hijo pródigo (11-32).
4.2.- Segunda
fase: La aceptación del Reino
Al
ofrecimiento debe seguir su aceptación por
cada persona. La aceptación del
Reino de Dios es un acto libre y voluntario del ser humano.
“Nadie
puede ser forzado a abrazar la fe contra su voluntad” (4). “Dios
llama a los hombres a servirle en espíritu y en verdad, en virtud de
lo cual éstos quedan obligados en conciencia, pero no coaccionados,
porque Dios tiene en cuenta la dignidad de la persona humana”(5)
Cada
persona, en uso de su libertad, puede aceptar o rechazar su
adhesión al Reino de Dios.
4.2.1.-¿Que
implica la aceptación del Reino de Dios? Implica la
conversión del corazón, mediante la cual la persona:
* Quiere entablar
una relación personal con Dios como centro de su vida.
* Quiere adaptar
su actuación a las exigencias del Reino de Dios. “Buscad,primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará
por añadidura” (Mt
6,33)
“Buscad las
cosas de arriba” (Col 3,1)
4.2.2.-LA
RELACIÓN PERSONAL CON CRISTO:
1º.-Se fortalece
en la oración solidaria que es
un diálogo íntimo en el que se experimenta la
cercanía del Padre que escucha y manifiesta su voluntad a
la conciencia humana. La lectura y meditación de las
Sagradas Escrituras es una buena forma de oración solidaria..
2º.- Se
purifica en el sufrimiento que es connatural
a la existencia humana. San Pablo escribió: “Siento
satisfacción en mis enfermedades, en los ultrajes, en las
necesidades, en las persecuciones, en las angustias por amor de
Cristo; pues cuando parezco débil, entonces soy más
fuerte(2
Cor 12, 10.) “Todo
lo puedo en Aquel que me conforta” (Fil
4,13)
3º.- Se realiza
a través de la actividad humana. La relación
personal con Cristo purifica y ordena,asume y potencia las
actividades terrenales que, al relacionarlas con
Dios, son contempladas de un modo nuevo: Cristo
en medio del quehacer humano.
La
coherencia impide seguir a Cristo y dejarlo al margen de las
actividades terrenas. Ser cristiano implica serlo durante las 24
horas de cada día.
Cristo es
el único que puede colmar plenamente los anhelos del
ser humano. “Nos creaste,
Señor, para Ti y
nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti“ (San
Agustín. Confessiones
1,1,1)
4.3.- Tercera
fase: El testimonio
“Daréis
testimonio de mí porque estáis conmigo” (Jn
15,27), “Seréis
mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaría y hasta el extremo
de la tierra” (Hch
1,8). El apóstol Pedro habló de Jesús a los habitantes de
Jerusalén, diciéndoles: “A
este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual nosotros (los apóstoles)
somos testigos” (Hch
2,32)
Los
creyentes en Jesús deben ser “sal
de la tierra y luz del mundo” (Mt
5, 13.14); Él mismo les dice: “Id,
predicad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a observar
todo lo que os he mandado” (Mt
28,19-20)
El encuentro
con Jesús genera el encuentro con los demás.
El
creyente en Jesús es fuerte,
pero su fortaleza no viene de él, sino del Señor, él sólo es
el canal que transporta los
dones de Dios y así se convierte en “sembrador”
de una esperanza,
que comparte y pone
al servicio de los débiles. «Nosotros,
los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles”
(Rom 15,1).
El
profundo deseo del creyente: “Ven,
Señor Jesús” (Apo
22,20), se hace realidad en su acogida para caminar con Él
y construir el futuro, hasta que llegue la
plenitud de su Reino.
Abraham
creyó contra toda esperanza” Rom
4,13 «No vaciló
en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor y el seno de Sara
igualmente estéril» (Rom
4, 19). La esperanza cristiana no se sostiene
en razonamientos, previsiones y garantías humanas; se manifiesta
allí donde no hay nada que esperar, porque no se funda en
palabra humana, sino en la Palabra de Dios, que
invita a“Vivir alegres
con la esperanza” (Rom
12,12)
La esperanza no
consiste en hacer ver lo que somos, sino lo que el Señor da y que
libremente acogemos; y no se puede expresar en el encuentro con los
otros si antes no ha sido generada por el encuentro
con Jesús.
Todo
lo que podemos vivir y hacer por los hermanos no es otra cosa
que la respuesta a lo que Dios ha hecho y continúa haciendo por
nosotros.
El desanimado, el débil, el
necesitado, el abatido, el pobre, el arrinconado por
la sociedad, son casos en los que la
cercanía y el calor del creyente deben hacerse presentes, intensos y cariñosos y asumir padecer
con el otro, sufrir con el otro y acercarse al
otro con palabras y obras que le den esperanza
y transmitan una caricia de corazón a corazón.
4.4.-
Cuarta fase: La plenitud del Reino
Aquel
que ha resucitado a su Hijo
nos resucitará también a nosotros. La
esperanza siempre está en camino y nos hace caminar en
la luz
y la alegría que se desprende
de la muerte y resurrección de Cristo.
Abrir
el corazón a la esperanza y Él hará el resto. Cuando
Dios promete, cumple lo que
promete. Nunca falta a su palabra. Y entonces la vida asume una
luz nueva, en la conciencia de que nuestra
esperanza es el Señor Resucitado, vivo y presente en
nosotros y en nuestros hermanos.“Si
hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él” (Rom
6,8)
Con
el encuentro definitivo con Cristo resucitado, al fin de los
tiempos, los que hayan puesto en práctica sus enseñanzas, recibirán
su acogida: “Venid,
benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino” (Mt
25,34)
Esta
misma esperanza manifiesta San Pablo, poco antes de su partida de
este mundo. “He
combatido en buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la
fe. Ya me está preparada la corona de la justicia, que me otorgará
el Señor, justo juez, y no sólo a mí, sino también a todos
los que hayan esperado con amor su manifestación” (2
Tim 4,7-8).
(1) Is
61,1
(4) C.
Vaticano II. Declaración
sobre la libertad religiosa, nº 10
(5) Ibidem,
nº 11
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