Mi familia

jueves, 6 de junio de 2019

159.- LA ESPERANZA CRISTIANA (VR III)


ÍNDICE
¿Qué es la esperanza cristiana?
1.- ESPERANZAS TERRENALES
2.- LA ESPERANZA EN EN ANTIGUO TESTAMENTO
2.1.- Yavé-rey
2.2.- Los reyes de Israel gobiernan en nombre de Yavé
2.3.- El Mesías, el Ungido, el Hijo de David
2.4.- Las consecuencias del exilio no se hicieron esperar
2.5.- La esperanza de Israel
3.- LA ESPERANZA EN EL NT
3.1.- ¿Quién es Jesús?
3.2.- En Jesús se cumplen las promesas de Dios
4.- FASES DEL REINO DE DIOS
4.1.- Primera fase: Presentación del Reino
4.2.- Segunda fase: Aceptación del Reino
4.2.1.- ¿Qué implica la aceptación del Reino?
4.2.2.- LA RELACIÓN PERSONAL CON CRISTO
4.3.- Tercera fase: El testimonio
4.4.- Cuarta fase:La plenitud del Reino



¿Qué es la esperanza cristiana?
La esperanza cristiana es el anhelo del encuentro definitivo con Cristo, mientras disfrutamos de los encuentros cotidianos con Él, en la oración, en la Eucaristía, en la meditación de la Palabra o en la acogida y ayuda a los necesitados.
1.- ESPERANZAS TERRENALES
La esperanza, en cuanto valor humano, responde al deseo de felicidad que anida en el corazón de todos los hombres y mujeres, impulsa sus actividades humanas para lograr las metas deseadas y protege del desaliento y preserva del egoísmo.
Toda esperanza terrena lleva en sí misma el sello de la caducidad. El poder, las riquezas, el trabajo, los honores, la belleza, la diversión, etc., pasarán porque son realidades fugaces que, en el mejor de los casos, solo duran mientras dura la vida. Pero, la precariedad no sofoca la esperanza, al contrario, la lanza hacia su consecución, como la cercanía de la meta impulsa al corredor a un mayor esfuerzo, a pesar del cansancio.

2.- LA ESPERANZA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO (AT)
2.1.-Yavé-rey
La realeza divina es una idea común a todas las religiones del antiguo Oriente. Dios es el rey y elrey humano ejercerá la realeza en su nombre. Yavé-rey no aparece desde el principio del AT. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob no se presenta como rey; figurará como tal tras la conquista de Canaán. Tras la victoria de Gedeón contra los madianitas, las gentes de Israel quieren hacerle su rey y él les responde: “No reinaré yo sobre vosotros, ni reinará tampoco mi hijo, Yavé será vuestro rey” (Jue 8,23).
Empieza a nacer la idea monárquica en Israel. Las palabras de Gedeón no significan que rechace la realeza, sino que quiere ejercerla en nombre de Yavé.
La idea fundamental de Yavé-rey se expresa de diferentes maneras: Yavé tiene su trono en el cielo” (Sal 11,4). “Su reino domina todo el universo” (Sal 103,19). “Yavé es el gran rey sobre toda la tierra” (Sal 47,3). Yavé reina sobre todas las naciones “Yavé, tú eres grande y poderoso es tu nombre, ¿quién no te temerá, Rey de las naciones? (Jer 10.6-79).

2.2.- Los reyes de Israel gobiernan en nombre de Yavé
En el AT Dios actuó directamente o por medio de sus enviados, a los que ungió previamente para que pudiesen realizar su misión como reyes, profetas o sacerdotes. Con la institución de la monarquía mediante la elección de Saúl (1Sam 10,24), el reino de Yavé adquiere un soporte temporal, un reino humano. El profeta Samuel ungió a Saúl (1Sa 10,1) y a David (1Sa 16,13); Jehú fue ungido por el profeta Eliseo (2Re 9,6) y Salomón por el sacerdote Sadoc (1Re 1,39). El rey es el “ungido” de Yavé, una persona sagrada a la que se le debe un respeto religioso (1Sa 24,7 y 26,9.11.16.23).
El gobierno de Israel es teocrático, sólo Yavé gobierna a su pueblo y, de cuando en cuando, suscita legados suyos a los que encomiendo funciones de gobierno. Yavé reside en Sión (Sal 48,3); desde allí les bendice (Sal 134,3), los guía, protege y reúne, como hace el pastor con su rebaño (Sal 80). Yavé reina sobre Israel, pero quiere que su pueblo reconozca su reinado de forma efectiva por la observancia de la ley.
Deben servir a Yavé, como el mismo David recomendó a sus hijos guardad y observad todos los mandamientos de Yavé, vuestro Dios” (1Par 28,8); así Yavé mira como hijos a los descendientes de David “Yo seré para él padrey él será para mí hijo”(2Sam 7,14)
A pesar de todo, la experiencia de la monarquía teocrática es un tanto ambigua: el reinado de Yavé no coincide con las ambiciones humanas de los reyes; los profetas insisten, una y otra vez, en la necesaria subordinación del orden humano al religioso, reprochan a los reyes sus pecados y les anuncian los castigos que han de venir, que culminarán con la caída de la dinastía davídica.

2.3.- El Mesías, el Ungido, el Hijo de David.
La felicidad que espera Israel, en cuanto pueblo, es terrenal y colectiva y se orienta hacia el“Ungido de Yavé”.
Cuando Jacob bendice a sus hijos, dice a Judá: “no faltará de Judá el cetro, ni el báculo de entre sus pies, hasta que venga aquel de quien es” (Gen 49,10). Es decir, hasta que venga aquel a quien está destinado por Yavé. Este versículo contiene la promesa de un Ungido, un Mesías vinculado a Judá.
Esta promesa mesiánica será vinculada después a David, de cuya dinastía perpetua saldrá el Mesías (2Sa 7,27). El profeta Miqueas indica el sentido mesiánico de esta promesa: “Y tú, Belén, tierra de Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de tí ha de salir aquel que ha de dominar en Israel y cuyos orígenes son de antiguo, de días de muy remota antigüedad” (Miq 5,1ss).
Miqueas piensa en los orígenes de la dinastía del rey David que era de Belén. El evangelio de San Mateo (2,6) copia la frase de Miqueas y la aplica al Mesías, Hijo de Dios.
De Egipto llamé a mi hijo” (Os 11,1 y Mt 2,15). El profeta Oseas habla de Israel, pero San Mateo la aplica al Mesías, Hijo de Dios.
El Salmo 2, habla de la rebelión de las gentes contra Yavé y su Ungido, al que llama “su Hijo”(2,8), entronizado en Sión como rey universal, “se reúnen los reyes de la tiera y a una se confabulan los príncipes contra Yavé y contra su Ungido” (2.2)
La palabra ungido”, en el AT, se aplica sobre todo al rey que es consagrado por la unción para la misión de lugarteniente de Yavé; el rey es “el ungido de Yavé” (2Sa 19,22), al que todo israelita debe un respeto religioso. Instaurada la dinastía de David, la esperanza de Israel se centra en cada uno de sus descendientes, considerados “mesías” por los que Yavé quiere cumplir sus designios sobre su pueblo elegido.
Israel tiene certeza de la protección de Yavé sobre el rey, su ungido “(Yavé) me libra de mis enemigos, me hace superar a los que se alzan contra mí” (Sal 18,49). Por eso, es grande su desconcierto cuando, en el año 586 a. C., Nabucodonosor II, atacó a Jerusalén, la capital del Reino de Judá, demolió sus murallas, quemó el Templo y el palacio real, tomó cautivo al rey Sedecías (2 Re 25,7), junto con lo más selecto de la población y los condujo a la ciudad de Babilonia,
Tras el cautiverio de Babilonia no volvió a haber rey-mesías a la cabeza del pueblo de Israel.

2.4.- Las consecuencias del exilio no se hicieron esperar
En el primer instante, los judíos sufrieron una inmensa tristeza por la pérdida de su reino y de su independencia.
Con el paso de los años, los exiliados se dieron cuenta de su situación: Estaban como estaban por haber desobedecido los mandamientos de Yavé.
Esto los llevó al arrepentimiento, a la aceptación de Yavé como único Dios y al rechazo de toda clase de idolatría. Tomaron conciencia de que esta es su identidad, la cual los convierte en un pueblo separado, distinto a sus vecinos politeístas.
Establecieron las sinagogas como lugares de culto, de oración, de alabanza y de estudio de la Thorá.
Creció un profundo anhelo por la llegada del Mesías, anunciado por los profetas, que establecería el reino judío sobre la Tierra.

2.5.- La esperanza de Israel
Derrumbada la dinastía real israelita, los guías religiosos miraron a los profetas que, en sus vaticinios, reservaron un lugar al rey futuro, el Mesías, Hijo de David.
Yo reuniré los restos de Israel, los congregaré como ovejas en el aprisco” (Miq 2,12). Yo, cual pastor fiel, “iré a buscar a mis ovejas y las reuniré” (Ez 34,11). En Sión será anunciada la buena nueva: “Tu Dios reina” (Is 52,7) y este reinado se extenderá progresivamente a toda la tierra“Reinará Yavé sobre toda la tierra” (Zac 14.9).
Aparecen los primeros indicios de una esperanza ultraterrena; la esperanza de los sabios se hace personal y orientada hacia el mundo venidero: la paz y la inmortalidad del justo (“El justo, si muriese prematuramente, estará en la paz” (Sab 3,7), (“su esperanza está llena de inmortalidad”(Sab 3,4).
A la llegada de Jesús, en Israel conviven diversas formas de esperanza: Se espera un porvenir a la vez material y espiritual, centrado en Dios y en Israel, temporal y eterno. Este porvenir será purificado y se realizará en Jesús de Nazaret.

3.- LA ESPERANZA EN EL NT
Los seres humanos siempre estamos a la espera de algo. Tenemos la esperanza de encontrar un buen trabajo, obtener resultados excelentes en los estudios, hallar la persona amada, alcanzar la plena realización de nuestras vidas, etc. etc. La persona que no tiene esperanza está psicológicamente muerta.

3.1.- ¿QUIÉN ES JESÚS?
Sobre Jesús se han dicho muchas cosas, pero ¿sabemos quién es Jesús?

3.2.- En Jesús se cumplen las promesas de Dios
En su nacimiento, es anunciado como el Mesías prometido a Israel: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador que es el Mesías” (Lc 2,11). El nacimiento de Jesús inaugura un Reino nuevo que da la esperanza de la vida eterna a la humanidad.
Vino a Nazaret... entró en la sinagoga... Le entregaron el volumen del profeta Isaías y ... halló el pasaje (1) donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor... Comenzó a decirles: Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy” (Lc 4,16-21)
Los discípulos de Juan el Bautista preguntaron a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro? Jesús les respondió: Id y referid a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y los pobres son evangelizados” (Mt 11,2-5)
El el momento de su bautismo por Juan “Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder” (Hch 10,38) “para que fuese manifestado a Israel” (Jn 1,31) como Mesías.
Fue llamado con el título mesiánico “Hijo de David”, por dos ciegos (Mt 9,27 y 20,30), por la muchedumbre (12,23), por una mujer cananea (15,22)
El mismo Jesús aceptó el nombre de “Mesías” hablando con la mujer samaritana (Jn 4,25-26 y con Marta, que le contestó: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios” (Jn 11,27)

4.- FASES DEL REINO DE DIOS
El Reino de Dios se desarrolla en fases sucesivas: presentación, aceptación, testimonio y plenitud.
4.1.- Primera fase: Presentación del Reino
Jesús se presenta como el enviado del Padre: “El que me envió está conmigo”(Jn 8, 29); el que da conocer los secretos del Padre ”todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer” (15,15); Jesús es “la luz del mundo” (8,12); “el camino, la verdad y la vida” (14,6); “ Yo soy la puerta, el que entre por mí se salvará” (10,9)
Jesús predica el Reino de Dios. “Reino de los cielos” lo llama San Mateo (5,3), y San Marcos usa la expresión equivalente de “Reino de Dios” (1,15).
El Reino de Dios se instaura por la predicación. Juan el Bautista predica: “Arrepentíos, porque está cerca el reino de los cielos” (Mt 3,2).
Jesús abunda en la misma idea: “Arrepentíos, porque se acerca el Reino de Dios” (Mt 4,17) y“recorría ciudades y aldeaspredicando el evangelio del Reino” (9,23)
Jesús predica en forma de parábolas: El sembrador (Mt 13,1-23); la cizaña (24-30); el grano de mostaza (31-32); el fermento (33-34); el tesoro y la perla (44-46); la red (47-52); la oveja perdida (Lc 15,3-7); el hijo pródigo (11-32).

4.2.- Segunda fase: La aceptación del Reino
Al ofrecimiento debe seguir su aceptación por cada persona. La aceptación del Reino de Dios es un acto libre y voluntario del ser humano.
Nadie puede ser forzado a abrazar la fe contra su voluntad” (4). Dios llama a los hombres a servirle en espíritu y en verdad, en virtud de lo cual éstos quedan obligados en conciencia, pero no coaccionados, porque Dios tiene en cuenta la dignidad de la persona humana”(5)
Cada persona, en uso de su libertad, puede aceptar o rechazar su adhesión al Reino de Dios.
4.2.1.-¿Que implica la aceptación del Reino de Dios? Implica la conversión del corazón, mediante la cual la persona:
* Quiere entablar una relación personal con Dios como centro de su vida.
Quiere adaptar su actuación a las exigencias del Reino de Dios. “Buscad,primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33)
Buscad las cosas de arriba” (Col 3,1)
4.2.2.-LA RELACIÓN PERSONAL CON CRISTO:
1º.-Se fortalece en la oración solidaria que es un diálogo íntimo en el que se experimenta la cercanía del Padre que escucha y manifiesta su voluntad a la conciencia humana. La lectura y meditación  de las Sagradas Escrituras es una buena forma de oración solidaria..
2º.- Se purifica en el sufrimiento que es connatural a la existencia humana. San Pablo escribió: “Siento satisfacción en mis enfermedades, en los ultrajes, en las necesidades, en las persecuciones, en las angustias por amor de Cristo; pues cuando parezco débil, entonces soy más fuerte(2 Cor 12, 10.) “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Fil 4,13)
3º.- Se realiza a través de la actividad humana. La relación personal con Cristo purifica y ordena,asume y potencia las actividades terrenales que, al relacionarlas con Dios, son contempladas de un modo nuevo: Cristo en medio del quehacer humano.
La coherencia impide seguir a Cristo y dejarlo al margen de las actividades terrenas. Ser cristiano implica serlo durante las 24 horas de cada día.
Cristo es el único que puede colmar plenamente los anhelos del ser humano. “Nos creaste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti“ (San Agustín. Confessiones 1,1,1)

4.3.- Tercera fase: El testimonio
Daréis testimonio de mí porque estáis conmigo” (Jn 15,27), “Seréis mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaría y hasta el extremo de la tierra” (Hch 1,8). El apóstol Pedro habló de Jesús a los habitantes de Jerusalén, diciéndoles: “A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual nosotros (los apóstoles) somos testigos” (Hch 2,32)
Los creyentes en Jesús deben ser “sal de la tierra y luz del mundo” (Mt 5, 13.14); Él mismo les dice: “Id, predicad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a observar todo lo que os he mandado” (Mt 28,19-20)
El encuentro con Jesús genera el encuentro con los demás.
El creyente en Jesús es fuerte, pero su fortaleza no viene de él, sino del Señor, él sólo es el canal que transporta los dones de Dios y así se convierte en sembrador” de una esperanza, que comparte y pone al servicio de los débiles«Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles” (Rom 15,1).
El profundo deseo del creyente: “Ven, Señor Jesús” (Apo 22,20), se hace realidad en su acogida para caminar con Él y construir el futuro, hasta que llegue la plenitud de su Reino.
Abraham creyó contra toda esperanza” Rom 4,13 «No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor y el seno de Sara igualmente estéril» (Rom 4, 19). La esperanza cristiana no se sostiene en razonamientos, previsiones y garantías humanas; se manifiesta allí donde no hay nada que esperar, porque no se funda en palabra humana, sino en la Palabra de Dios, que invita a“Vivir alegres con la esperanza” (Rom 12,12)
La esperanza no consiste en hacer ver lo que somos, sino lo que el Señor da y que libremente acogemos; y no se puede expresar en el encuentro con los otros si antes no ha sido generada por el encuentro con Jesús.
Todo lo que podemos vivir y hacer por los hermanos no es otra cosa que la respuesta a lo que Dios ha hecho y continúa haciendo por nosotros.
El desanimado, el débil, el necesitado, el abatido, el pobre, el arrinconado por la sociedad, son casos en los que la cercanía y el calor del creyente deben hacerse presentes, intensos y cariñosos y asumir padecer con el otro, sufrir con el otro y acercarse al otro con palabras y obras que le den esperanza y transmitan una caricia de corazón a corazón.

4.4.- Cuarta fase: La plenitud del Reino
Aquel que ha resucitado a su Hijo nos resucitará también a nosotros. La esperanza siempre está en camino y nos hace caminar en la luz y la alegría que se desprende de la muerte y resurrección de Cristo.
Abrir el corazón a la esperanza y Él hará el resto. Cuando Dios promete, cumple lo que promete. Nunca falta a su palabra. Y entonces la vida asume una luz nueva, en la conciencia de que nuestra esperanza es el Señor Resucitado, vivo y presente en nosotros y en nuestros hermanos.Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él” (Rom 6,8)
Con el encuentro definitivo con Cristo resucitado, al fin de los tiempos, los que hayan puesto en práctica sus enseñanzas, recibirán su acogida: “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino” (Mt 25,34)
Esta misma esperanza manifiesta San Pablo, poco antes de su partida de este mundo. “He combatido en buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe. Ya me está preparada la corona de la justicia, que me otorgará el Señor, justo juez, y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su manifestación” (2 Tim 4,7-8).

(1) Is 61,1
(4) C. Vaticano II. Declaración sobre la libertad religiosa, nº 10
(5) Ibidem, nº 11


















































































































































































































No hay comentarios:

Publicar un comentario