Foto aérea de Navacepedilla de Corneja |
Hoy
cumplo 84 años y me acuerdo, perfectamente y al detalle, de sucesos
de mi niñez. La memoria es selectiva y, al menos en mi caso, trae al
presente, de forma muy acentuada, las cosas agradables y deja en el
pozo las que no lo fueron.
Nací
y me crié en Navacepedilla de Corneja, un pueblo de montaña de la
provincia de Avila (España). Salí de él a los 15 años y sólo he
vuelto en muy contadas ocasiones.
En
este día, tan grato para mí, quiero compartir algunos de los
recuerdos que guardo celosamente en el desván de mi cerebro:
No
he olvidado los besos de mi madre. Falleció el 6 de agosto de 1942,
cuando yo tenía 12 años. Nos despedimos, con un abrazo y una
mirada que tengo clavada en el corazón, cuando la llevaban al
hospital de Avila, aquejada de una grave enfermedad de la que
falleció a los pocos días. ¡Dios la tenga en su paz!
No
he olvidado que ella me enseñó las primeras oraciones. Sentados en
el banco de la cocina, las repetía una y otra vez hasta que yo las
aprendí.
No
he olvidado a mi padre. Era labrador y pastor. No recuerdo haberle
visto nunca mano sobre mano; siempre encontraba algo que hacer: en
las fincas, con los animales, arreglando los aperos o ayudando en
casa. Falleció el 21 de marzo de 1943. ¡Descanse en paz!
No
he olvidado a mis hermanos: Constancio, Florentino y Agustín. Eran
mayores que yo y ya descansan en la paz de Dios.
No
he olvidado a mis amigos de infancia: Gerardo (que falleció en un
accidente de coche), Alberto, Pedro y Alfredo, con los que sigo
manteniendo una estrecha amistad telefónica, pues vivimos en
distintos lugares.
No
he olvidado los juegos con los amigos: la peonza, las migas, el
escondite, la pídola, el calvo, el tirabeque, etc. ¡Qué ratos más buenos pasé
con ellos!
No
he olvidado que el sábado, 18 de julio de 1936, estaba a la sombra
de un álamo, en la plazoleta, esperando a mi padre para comer,
cuando empezaron a sonar disparos a la entrada del pueblo. Eran los
falangistas de Villafranca de la Sierra que subían a unirse con los
del pueblo. Había comenzado la guerra civil que enfrentó a los
españoles hasta el 1 de abril de 1939. ¡Qué locura!
No
he olvidado que, durante esos tres años y alguno más, cada familia
tenía una cartilla de racionamiento. La subsistencia fue muy dura,
pues se carecía de lo más imprescindible. Mis dos hermanos mayores,
por encontrarse trabajando en Madrid en 1936, tomaron parte en la
guerra civil en el bando del Gobierno y, al terminar la contienda y
perderla, Constancio se quedó en la capital y falleció en 1941 y
Florentino regresó al pueblo, donde fue perseguido y apresado por
los falangistas. Tuvo suerte, porque en el juicio militar celebrado
en Avila, no pudieron probar nada en su contra y quedó en libertad.
Regresó al pueblo y trabajó en lo que pudo hasta que, en el otoño
de 1945, se marchó definitivamente a Madrid.
No
he olvidado la fuente de la calle Aldea, a la que me mandaba mi madre
a por agua, pues, en aquella época no había agua corriente en el
pueblo. En el trayecto, aprovechaba para coger las ricas nueces que
estaban en el suelo, caídas de los nogales.
No
he olvidado el charco del rio Corneja donde aprendí a nadar. Fue un
aprendizaje forzoso, pues estaba con mi hermano Agustín y su amigo
Rufino (el Mena), me cogieron uno de las manos y otro de los pies y
me tiraron en lo más profundo. Salí como pude, pero, desde aquel
día, se me quitó el miedo y aprendía a nadar.
No
he olvidado las truchas tan ricas que pescaba mi hermano Agustín.
Trabajar en las fincas no le gustaba, pero pescar a mano se le daba
muy bien y había muchas truchas.
No
he olvidado las peras de agua tan ricas de un peral de nuestra huerta
de la Tejera, ni las manzanas reinetas del huerto, ni la pamplina que
cogíamos en la charca y regato de la Hoyuelas.
No
he olvidado la madrugada del 21 de septiembre de 1945 cuando,
acompañado por mi hermano Florentino, salí del pueblo
definitivamente, camino de la Escuela Apostólica de los PP.
Reparadores en Puente la Reina (Navarra). Allí cursé los estudios
de Bachillerato.
Más tarde estudié en la Universidad de Salamanca y
en la Complutense de Madrid. Pero,
estos son ya recuerdos de adulto.....
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