Mi familia

sábado, 6 de julio de 2013

116.- LA BOTELLA, ¿ MEDIA LLENA O MEDIO VACÍA?


Lo importante es: ¿cómo la ves tú?
El final del curso escolar ofrece una buena ocasión a los padres para examinar detenidamente la educación que están dando a sus hijos.
Si nos atenemos a las noticias que, sobre el tema, aparecen en los medios de comunicación, la realidad es bastante decepcionante.
Se suele destacar lo negativo: el fracaso escolar, la desmotivación, la violencia, la temprana iniciación a las drogas o al sexo; a esto hay que añadir la añoranza de muchos padres y educadores: “en nuestro tiempo no sucedía esto, se respetaba la autoridad, se valoraba el esfuerzo, etc., etc.”
Olvidos
Se olvida, con bastante frecuencia, que los tiempos cambian, que nuestros los adolescentes viven en una sociedad distinta a la nuestra y que este cambio también tiene aspectos positivos: Es mucho mayor el porcentaje de adolescentes que superan sus estudios con normalidad, que están motivados, que no son violentos, que no toman drogas ni tienen sexo a edad tan temprana.
Tampoco es verdad que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. ¿Sabéis lo que escribió el filósofo Sócrates en el año 400 a. C.? Lo copio porque no tiene desperdicio. “Nuestros jóvenes ahora aman el lujo, tienen pésimos modales, y desdeñan la autoridad. Tienen poco respeto por los superiores y prefieren la conversación insulsa al ejercicio. Los jóvenes son ahora los tiranos y no los que colaboran en sus hogares. Ya no se levantan cuando alguien entra en el hogar, no respetan a sus padres, devoran la comida y tiranizan a sus maestros”.
¿Verdad que las palabras de Sócrates suenan actuales? Claro que sí. Suenan a rabiosa actualidad. Pero, hay algo importante que ni el filósofo ni los padres actuales que ven tan negro el horizonte tienen en cuenta: EL PONCENTAJE.
Uno y otros se refieren a un porcentaje menor de adolescentes, con olvido de los adolescentes del porcentaje mayor y en detrimento de unos y otros.

Los medios de comunicación
Por desgracia, en mayoría, no son medios educativos sino sensacionalistas. Esto significa que publican y destacan lo que más vende y que les renta mayores beneficios en “pasta contante y sonante”.
En mi reflexión, no pretendo negar los problemas, sino contribuir a crear un clima positivo, un cambio de estrategia para afrontar las dificultades inherentes a la educación de los hijos, sabiendo de antemano que no en todos los casos se alcanzarán los objetivos previstos.

Giro de los padres hacia el optimismo
Desde que los hijos eran pequeños, los padres les han ido transmitiendo su propia escala de valores, su actitud ante los acontecimientos de la vida. Todo ese esfuerzo de tantos años no se puede tirar por la borda por el hecho de que el hijo ha llegado a la difícil adolescencia.
Los padres, ahora más que nunca porque en la adolescencia es cuando más los necesitan sus hijos, deben ser fieles a su propia escala de valores. Se dice que nadie educa en aquello que no es. Si vosotros, hasta ahora, habéis educado a vuestros hijos en aquello que realmente sois, ¿Por qué cambiar o dejar de hacerlo?  
Sed fieles a vuestra identidad, a vuestra escala de valores.
La podéis haber transmitido mejor o peor, somos humanos y tenemos deficiencias, pero es vuestra forma de ver la vida y el mundo. El mejor equipaje que podéis poner en la maleta de vuestros hijos adolescentes para su transición a la vida de adulto son los valores de vuestro hogar. Esos valores, enraizados en sus corazones, serán las raíces que mantendrán erguido el árbol cuando acechen las tormentas. Pase lo que pase en el devenir del adolescente o del adulto, siempre recordará sus raíces, su historia, su hogar, sus seres queridos y los valores que de ellos recibió.
Los padres, con frecuencia, olvidamos que también nosotros fuimos adolescentes y pasamos por las mismas o parecidas vicisitudes. Hay que escuchar y procurar entender las palabras y los silencios de nuestros hijos; es el mejor camino para que ellos entiendan lo que nosotros queremos decirles. Con valentía, hay que pasar al optimismo.
Hay que ver la botella “medio llena” (es otro punto de vista), no añorar un “pasado mejor” (que no es verdad) y aceptar la nueva realidad con la esperanza de que nuestros esfuerzos van a construir para nuestros hijos un futuro todavía mejor.
Los adolescentes están en plena metamorfosis personal, física y psíquica. Están experimentando profundos cambios físicos, psíquicos y sociales. Se hacen muchas preguntas y obtienen pocas respuestas.
Están en pleno proceso de construcción de su identidad, en un mundo difícil de entender, metidos a la fuerza en una frenética sucesión de hechos y acontecimientos que parecen una carrera de obstáculos.
Los adolescentes caminan hacia un futuro que ahora preocupa a sus padres, pero del que, a buen seguro, pasados unos años, padres e hijos se sentirán orgullosos.
En ese futuro encontrarán su realidad y su fruto los esfuerzos, trabajos, actitudes y valores que los padres les inculcaron en su hogar. En ese futuro, a medio o largo plazo, los hijos encontrarán su identidad, fraguada con el ejemplo, las palabras, los silencios y las miradas, complacientes o no, pero siempre elocuentes de sus padres.


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