Lo importante es: ¿cómo la ves tú? |
El final del
curso escolar ofrece una buena ocasión a los padres para examinar detenidamente
la educación que están dando a sus hijos.
Si nos
atenemos a las noticias que, sobre el tema, aparecen en los medios de
comunicación, la realidad es bastante decepcionante.
Se suele destacar lo negativo: el fracaso escolar, la desmotivación, la violencia, la temprana iniciación a las drogas o al sexo; a esto hay que añadir la añoranza de muchos padres y educadores: “en nuestro tiempo no sucedía esto, se respetaba la autoridad, se valoraba el esfuerzo, etc., etc.”
Se suele destacar lo negativo: el fracaso escolar, la desmotivación, la violencia, la temprana iniciación a las drogas o al sexo; a esto hay que añadir la añoranza de muchos padres y educadores: “en nuestro tiempo no sucedía esto, se respetaba la autoridad, se valoraba el esfuerzo, etc., etc.”
Se olvida, con
bastante frecuencia, que los tiempos cambian, que nuestros los adolescentes
viven en una sociedad distinta a la nuestra y que este cambio también tiene
aspectos positivos: Es mucho mayor el porcentaje de adolescentes que superan
sus estudios con normalidad, que están motivados, que no son violentos, que no
toman drogas ni tienen sexo a edad tan temprana.
Tampoco es
verdad que “cualquier tiempo pasado fue
mejor”. ¿Sabéis lo que escribió el filósofo Sócrates en el año 400 a . C.? Lo copio porque no
tiene desperdicio. “Nuestros jóvenes
ahora aman el lujo, tienen pésimos modales, y desdeñan la autoridad. Tienen
poco respeto por los superiores y prefieren la conversación insulsa al
ejercicio. Los jóvenes son ahora los tiranos y no los que colaboran en sus
hogares. Ya no se levantan cuando alguien entra en el hogar, no respetan a sus
padres, devoran la comida y tiranizan a sus maestros”.
¿Verdad que las
palabras de Sócrates suenan actuales? Claro que sí. Suenan a rabiosa
actualidad. Pero, hay algo importante que ni el filósofo ni los padres actuales
que ven tan negro el horizonte tienen en cuenta: EL PONCENTAJE.
Uno y otros se
refieren a un porcentaje menor de adolescentes, con olvido de los adolescentes
del porcentaje mayor y en detrimento de unos y otros.
Los medios de comunicación
Por desgracia,
en mayoría, no son medios educativos sino sensacionalistas. Esto significa que
publican y destacan lo que más vende y que les renta mayores beneficios en
“pasta contante y sonante”.
En mi
reflexión, no pretendo negar los problemas, sino contribuir a crear un clima
positivo, un cambio de estrategia para afrontar las dificultades inherentes a
la educación de los hijos, sabiendo de antemano que no en todos los casos se alcanzarán
los objetivos previstos.
Giro de los padres hacia el optimismo
Desde que los
hijos eran pequeños, los padres les han ido transmitiendo su propia escala de
valores, su actitud ante los acontecimientos de la vida. Todo ese esfuerzo de
tantos años no se puede tirar por la borda por el hecho de que el hijo ha
llegado a la difícil adolescencia.
Los padres,
ahora más que nunca porque en la adolescencia es cuando más los necesitan sus hijos,
deben ser fieles a su propia escala de valores. Se dice que nadie educa en aquello que no es. Si
vosotros, hasta ahora, habéis educado a vuestros hijos en aquello que realmente
sois, ¿Por qué cambiar o dejar de hacerlo?
Sed fieles a vuestra identidad, a vuestra escala de
valores.
La podéis
haber transmitido mejor o peor, somos humanos y tenemos deficiencias, pero es
vuestra forma de ver la vida y el mundo. El mejor equipaje que podéis poner en
la maleta de vuestros hijos adolescentes para su transición a la vida de adulto
son los valores de vuestro hogar. Esos valores, enraizados en sus corazones, serán
las raíces que mantendrán erguido el árbol cuando acechen las tormentas. Pase
lo que pase en el devenir del adolescente o del adulto, siempre recordará sus
raíces, su historia, su hogar, sus seres queridos y los valores que de ellos
recibió.
Los padres,
con frecuencia, olvidamos que también nosotros fuimos adolescentes y pasamos
por las mismas o parecidas vicisitudes. Hay que escuchar y procurar entender
las palabras y los silencios de nuestros hijos; es el mejor camino para que
ellos entiendan lo que nosotros queremos decirles. Con valentía, hay que pasar
al optimismo.
Hay que ver la
botella “medio llena” (es otro punto de vista), no añorar un “pasado mejor”
(que no es verdad) y aceptar la nueva realidad con la esperanza de que nuestros
esfuerzos van a construir para nuestros hijos un futuro todavía mejor.
Los
adolescentes están en plena metamorfosis personal, física y psíquica. Están
experimentando profundos cambios físicos, psíquicos y
sociales. Se hacen muchas preguntas y obtienen pocas respuestas.
Están en pleno proceso de
construcción de su identidad, en un mundo difícil de entender, metidos a la
fuerza en una frenética sucesión de hechos y acontecimientos que parecen una
carrera de obstáculos.
Los adolescentes
caminan hacia un futuro que ahora preocupa a sus padres, pero del que, a buen
seguro, pasados unos años, padres e hijos se sentirán orgullosos.
En ese futuro
encontrarán su realidad y su fruto los esfuerzos, trabajos, actitudes y valores
que los padres les inculcaron en su hogar. En ese futuro, a medio o largo
plazo, los hijos encontrarán su identidad, fraguada con el ejemplo, las
palabras, los silencios y las miradas, complacientes o no, pero siempre
elocuentes de sus padres.
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