Mi familia

sábado, 19 de julio de 2014

136.- COSAS QUE NO SE OLVIDAN A PESAR DE LOS AÑOS



Foto aérea de Navacepedilla de Corneja
Se suele decir que, con la edad, se va perdiendo la memoria. Es cierto, yo doy fe de ello. Pero, también es cierto que hay cosas, acontecimientos y hechos que, a pesar de los años, no desaparecen de nuestras neuronas.

Hoy cumplo 84 años y me acuerdo, perfectamente y al detalle, de sucesos de mi niñez. La memoria es selectiva y, al menos en mi caso, trae al presente, de forma muy acentuada, las cosas agradables y deja en el pozo las que no lo fueron.
Nací y me crié en Navacepedilla de Corneja, un pueblo de montaña de la provincia de Avila (España). Salí de él a los 15 años y sólo he vuelto en muy contadas ocasiones.
En este día, tan grato para mí, quiero compartir algunos de los recuerdos que guardo celosamente en el desván de mi cerebro:

No he olvidado los besos de mi madre. Falleció el 6 de agosto de 1942, cuando yo tenía 12 años. Nos despedimos, con un abrazo y una mirada que tengo clavada en el corazón, cuando la llevaban al hospital de Avila, aquejada de una grave enfermedad de la que falleció a los pocos días. ¡Dios la tenga en su paz!

No he olvidado que ella me enseñó las primeras oraciones. Sentados en el banco de la cocina, las repetía una y otra vez hasta que yo las aprendí.

No he olvidado a mi padre. Era labrador y pastor. No recuerdo haberle visto nunca mano sobre mano; siempre encontraba algo que hacer: en las fincas, con los animales, arreglando los aperos o ayudando en casa. Falleció el 21 de marzo de 1943. ¡Descanse en paz!

No he olvidado a mis hermanos: Constancio, Florentino y Agustín. Eran mayores que yo y ya descansan en la paz de Dios.

No he olvidado a mis amigos de infancia: Gerardo (que falleció en un accidente de coche), Alberto, Pedro y Alfredo, con los que sigo manteniendo una estrecha amistad telefónica, pues vivimos en distintos lugares.

No he olvidado los juegos con los amigos: la peonza, las migas, el escondite, la pídola, el calvo, el tirabeque, etc. ¡Qué ratos más buenos pasé con ellos!

No he olvidado que el sábado, 18 de julio de 1936, estaba a la sombra de un álamo, en la plazoleta, esperando a mi padre para comer, cuando empezaron a sonar disparos a la entrada del pueblo. Eran los falangistas de Villafranca de la Sierra que subían a unirse con los del pueblo. Había comenzado la guerra civil que enfrentó a los españoles hasta el 1 de abril de 1939. ¡Qué locura!

No he olvidado que, durante esos tres años y alguno más, cada familia tenía una cartilla de racionamiento. La subsistencia fue muy dura, pues se carecía de lo más imprescindible. Mis dos hermanos mayores, por encontrarse trabajando en Madrid en 1936, tomaron parte en la guerra civil en el bando del Gobierno y, al terminar la contienda y perderla, Constancio se quedó en la capital y falleció en 1941 y Florentino regresó al pueblo, donde fue perseguido y apresado por los falangistas. Tuvo suerte, porque en el juicio militar celebrado en Avila, no pudieron probar nada en su contra y quedó en libertad. Regresó al pueblo y trabajó en lo que pudo hasta que, en el otoño de 1945, se marchó definitivamente a Madrid.

No he olvidado la fuente de la calle Aldea, a la que me mandaba mi madre a por agua, pues, en aquella época no había agua corriente en el pueblo. En el trayecto, aprovechaba para coger las ricas nueces que estaban en el suelo, caídas de los nogales.

No he olvidado el charco del rio Corneja donde aprendí a nadar. Fue un aprendizaje forzoso, pues estaba con mi hermano Agustín y su amigo Rufino (el Mena), me cogieron uno de las manos y otro de los pies y me tiraron en lo más profundo. Salí como pude, pero, desde aquel día, se me quitó el miedo y aprendía a nadar.

No he olvidado las truchas tan ricas que pescaba mi hermano Agustín. Trabajar en las fincas no le gustaba, pero pescar a mano se le daba muy bien y había muchas truchas.

No he olvidado las peras de agua tan ricas de un peral de nuestra huerta de la Tejera, ni las manzanas reinetas del huerto, ni la pamplina que cogíamos en la charca y regato de la Hoyuelas.

No he olvidado la madrugada del 21 de septiembre de 1945 cuando, acompañado por mi hermano Florentino, salí del pueblo definitivamente, camino de la Escuela Apostólica de los PP. Reparadores en Puente la Reina (Navarra). Allí cursé los estudios de Bachillerato. 
Más tarde estudié en la Universidad de Salamanca y en la Complutense de Madrid. Pero, estos son ya recuerdos de adulto.....


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